Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La aprobación del matrimonio gay en todo EEUU ha repercutido en nuestro país dando lugar a expresiones de apoyo y condena, como era de esperar. Según los estudios las opiniones sociales cambian muy lentamente porque ocurren por generaciones. Las personas difícilmente cambian de opinión. Hay que esperar a las nuevas generaciones. Así que es cosa de tener paciencia. Incluso es muy posible que la Iglesia Católica vuelva a pedir perdón en unos años, como ya lo vienen haciendo los últimos papas por todas las atrocidades cometidas por la Iglesia Católica a lo largo de dos mil años de dominación. No me extrañaría que en medio siglo un papa salga a pedirles perdón a los homosexuales por su recalcitrante oposición a que disfruten de una vida digna, sin estigmas.
Me han recordado que fui un opositor al matrimonio gay rememorando un par de artículos escritos hace bastante tiempo, antes de que el tema llegara al Perú. Ciertamente lo fui, antes de informarme del asunto, pues me parecía otra exótica campaña progresista, ya que los progres son muy proclives a inventar derechos y causas así como a manipular los conceptos. Mi oposición, por tanto, era desde el plano teórico de los conceptos de matrimonio y familia. De hecho sigo sosteniendo los mismos conceptos. El matrimonio es una institución de origen místico y religioso vinculado a la pareja conformada por varón y mujer, a fin de favorecer su fertilidad con ritos y bendiciones.
El Estado moderno se ocupó del asunto a fin de precaver los derechos de la familia mediante un contrato civil que erróneamente llamaron "matrimonio civil". Digamos que el así llamado "matrimonio civil" es una especie de institución republicana que corre en paralelo a la religiosa, aunque las parejas pueden recurrir solo al civil. Más aun, el Estado confiere derechos incluso a las uniones de facto, en cuanto tienen familia. Así que cuando hablamos de unión civil gay nos referimos al contrato civil que el Estado formaliza para garantizar derechos a las uniones que tienen carácter permanente con la idea de formar familia. Nadie obliga a las iglesias y religiones a que acojan en sus instituciones dicha unión, así que en realidad no tendría que inmiscuirse en lo que el Estado hace.
Otra oposición muy liberal que mantenía en contra se refería a la intromisión del Estado a reglamentar la vida privada de las personas, pero luego de amplios debates con liberales expertos en derecho quedé convencido de que ya es tarde para plantear esa oposición. El daño está hecho. Hay ya un Estado de derecho que incluye a la familia y las uniones de pareja como institución republicana y laica, aunque haya adoptado el nombre de matrimonio creando confusión. En este debate se me informó que se trata solo de incorporar a las uniones gay en esta institución. Quiere decir que no se trata de nuevos o diferentes derechos. Son los mismos. Con esta lección de derecho liberal no tuve más alternativa que ceder mi oposición.
¿Hay algo de malo en que los derechos que se otorgan a las uniones heterosexuales alcancen también a la de homosexuales en cuanto les sean aplicables? No veo por qué. Desde luego que he tratado de entender las razones de los opositores y no lo he logrado, menos aun cuando sostienen, como afirma el cardenal Cipriani, que "Dios quiere que el matrimonio sea entre un hombre y una mujer". Todos los opositores son en su gran mayoría de dos clases: chiflados de la fe y homofóbicos. Es por eso que se sustentan en versículos bíblicos y en insultos como "sodomitas", "mutantes" y "transformers" para denigrar a los homosexuales, a quienes han expulsado del reino del Señor. Esa es la calidad humana y estado mental de estos opositores radicales que quiere pasar por "defensores de la familia".
El mapa de los países donde se va aprobando el matrimonio gay coincide perfectamente con el mapa de los países más desarrollados, civilizados y tolerantes. El Perú es todavía un país que figura entre los diez más religiosos del planeta y es probable que tengamos que esperar mucho tiempo para ver una sociedad más abierta y civilizada. No creo que un debate con esos sectores fanáticos y sectarios que viven sumidos en el dogmatismo bíblico medieval nos lleve a ninguna parte. Seamos pacientes y confiemos en que las nuevas generaciones logren una mentalidad más abierta y lúcida.
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