Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Al medio día de ayer se anunció un mensaje a la nación del presidente Ollanta Humala. Algunos pensamos ingenuamente que al fin se había decidido a ponerse los pantalones, tomar el toro por las astas y declarar el estado de emergencia en la zona afectada por turbas de salvajes que han secuestrado a la población de Arequipa. Llegada la hora anunciada no pasó nada. El tiempo transcurría y nada. Ya era un mal presagio. Mientras tanto Cateriano esperaba en el Congreso porque no quería hablar antes que el presidente. La gente se cansó de esperar y cuando ya despertaban de la siesta, casi a las 4 pm, salió la señal y habló Ollanta Humala con rostro compungido,como si le apretaran los zapatos.
Al final resultó ser el "mensaje a la nación" más tonto de la historia. No dijo absolutamente nada. Al parecer las tres horas de retraso se las pasó tratando de negociar algo con la Southern porque toda la novedad es que el gobierno le ha arrimado a la empresa la responsabilidad de ir al valle del Tambo a convencer a la población de las bondades del proyecto. Lo demás fueron declaraciones bastante obvias como que el Estado debe actuar dentro del marco legal y no puede suprimir un contrato ya firmado con todas las de la ley. Ollanta está atrapado entre la ley y la turba de la que formó parte en el pasado. Como presidente se ve forzado a respetar la ley -que antes no hacía- pero soltó una perla final al decir que "la voz del pueblo es la voz de Dios".
¿Qué quiso decir Ollanta con esa frase final? No vamos a permitir que se llame "pueblo" a esa escoria social conformada por vándalos juveniles de rostro cubierto, artillería de huaraqueros llevados desde otros lugares, turbas de salvajes que toman carreteras y masacran policías, además de destruir sin reparos la histórica y bella ciudad de Arequipa. Eso no es el pueblo. Es una minoría de desadaptados que los mismos pobladores han denunciado en los medios como foráneos, junto a los delincuentes de siempre que dan rienda suelta a sus desequilibrios mentales. No confundamos pues al pueblo con esa lacra social que se opone al desarrollo minero. Y Ollanta lo sabe perfectamente.
Lo que parece molestar a Humala es que en su condición de presidente se ve forzado a cumplir la ley. Ya no estamos en los tiempos en que Velasco Alvarado hacía lo que le daba la gana con las empresas extranjeras, expropiándolas o expulsándolas del país para complacer a una caterva de comunistas que aplaudían como focas en la plaza de armas. Hoy existe un escenario mundial muy diferente donde los delirantes gobernantes tropicales como Rafael Correa y Hugo Chávez pagan muy caro las consecuencias de sus arrebatos patrioteros y su matonería socialista. En realidad lo pagan sus países al final. Argentina aun está pagando las consecuencias de la estafa de Kirchner a sus acreedores.
Ollanta pudo haberse ahorrado el papelón de salir a no decir nada. Peor aun, los agitadores antimineros del rojerío ecocomunista se han envalentonado y anuncian más paros buscando que el gobierno cancele el proyecto y expulse a la Southern. El cabecilla de la algarada, Marco Arana, quien ya es el segundo peor enemigo del Perú luego de Abimael Guzmán, ha dicho tajantemente que, al igual que Conga, Tia María no va. Lo increíble de todo esto es que en el Perú no hayan leyes que permitan meter presos a los agitadores que extorsionan al Estado con la violencia callejera y el vandalismo popular, mediante la libre prédica del terror ambiental.
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