Una conocida columnista progresista escribió cómo les había explicado a sus alumnos de la universidad que Fujimori estaba preso por asesino y por ladrón. No sabemos de qué curso se trataba pero no importa. Cualquiera que sea, ese es el mensaje que utiliza la izquierda en su comunicación con la juventud. La izquierda sabe que el odio vende. Y vende muy bien. La vieja izquierda surgió precisamente atizando el odio a los EEUU, al capitalismo, al terrateniente, al empresario, a las transnacionales, etc. Y aún hay sectores que viven del odio a Chile, al Apra, al fujimorismo, etc. Pero no hay duda que, en estos tiempos, la estigmatización del fujimorismo es la misión, visión y objetivo del progresismo.
Es un fenómeno muy interesante que merece un estudio profundo desde la psicopatología social, que es realmente el campo que mejor estudia a la izquierda extrema. Ésta emplea una amplia gama de mecanismos que van desde instituciones y colectivos, hasta el teatro, pasando por artículos, disertaciones y, por supuesto, marchas callejeras, todo ello destinado a demoler a Fujimori. La mitología “progre” empieza con el informe final de la CVR, obra cumbre del antifujimorismo avanzado. No hay en todo ese documento una sola mención a Alberto Fujimori que no esté precedida por un fuerte epíteto como “dictador” o “corrupto” o ambos, a diferencia del trato muy formal y aséptico que le dispensa a Abimael Guzmán.
El relato anti de esa izquierda es hábil, descarado en su farsa, pero sobre todo persistente para elaborar el mito colectivo. Grandes y hasta ridículas mentiras se han convertido en “verdades”, como aquella de las 300 mil esterilizaciones forzadas “para reducir la pobreza”. Patéticos circos juveniles salen convencidos a protestar a las calles contra esos mitos estúpidos. ¿Pero por qué tanta inquina contra el fujimorismo? ¿Por qué el fujimorismo se ha convertido en la bestia negra de la izquierda nacional? ¿Qué hay detrás de su histeria antifujimorista?
La razón es muy simple. El principal obstáculo para que esa izquierda tome el poder y gire el timón hacia el socialismo es el fujimorismo y la Constitución del 92. Hasta el Apra, otrora enemiga mortal de la izquierda, ha perdido vigor porque el debate ideológico de antaño se diluyó con el muro de Berlín. Alan García hizo calladas concesiones al progresismo con los ministerios de Cultura y del Ambiente, que luego significaron grandes obstáculos para las inversiones durante este gobierno. Tampoco olvidemos que García puso a Yehude Simons en la PCM, para no hablar de sus devaneos con el senderismo y su mano blanda con el MRTA en su primer gobierno. Todos los demás partidos son proclives a pactar con esa izquierda, como ya lo ha demostrado el PPC en más de una ocasión.
Los principales obstáculos que impiden que el Perú retroceda hacia esquemas socialistas son el fujimorismo y la Constitución del 92. Esa es su barrera de contención más importante. Hay un grupo ansioso por traerse abajo esta Constitución que frena la intrusión del Estado en la economía y garantiza el libre mercado. Esta es la razón principal de la estigmatización del fujimorismo, además, claro, de haber sido Fujimori quien pacificó el país extirpando el cáncer del terrorismo de izquierda, mérito que el progresismo pretende ahora negarle contando otra historia. El relato de la historia es algo que no debemos permitir que la izquierda nos arrebate a los demócratas y libertarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario