Por: Juan Carlos Vásquez Peña
Las elecciones regionales y
municipales se acercan. La campaña para la alcaldía de Lima, la más importante
del país, avanza sin generar mayor apasionamiento si exceptuamos los amagos de
incendio que se dan en Twitter y Facebook, cuando alguno de los candidatos
principales aparece en algún programa de TV o en una entrevista en radio y de
inmediato aparecen los trolls, la portátil y los comentaristas espontáneos. A
eso se ha reducido la campaña limeña.
Los candidatos (o la mayoría de
ellos) ya han tenido un primer debate, donde exceptuando a uno o dos, primó lo
folklórico y anecdótico antes que las propuestas serias y factibles de realizar.
Las portátiles hicieron su show, con el regocijo de la prensa, esa misma prensa
chabacana que sólo hace fiscalización cuando le conviene y después acusa a los
electores de votar mal.
En todo el debate, y hasta ahora
en toda la campaña electoral, ningún candidato se ha acordado de que en 5 años Lima
será sede del mayor evento que, en sus más de 4 siglos de vida, vaya a
albergar. Los Juegos Panamericanos son una especie de Juegos Olímpicos
reducidos, pero altamente competitivos, donde atletas de toda América vienen a
competir. Desde aquellos esforzados competidores de los países más pobres hasta
la estrellas del atletismo, la natación y los deportes grupales. Durante 2
semanas Lima estará en vista y boca de todo el continente y el mundo, con
posibilidades de establecer nuevos records y estampas para el recuerdo.
La organización de un evento de
tal magnitud implica grandes planes de creación de nuevas zonas urbanas o
de renovación y puesta en valor de zonas
ya existentes. Esto implica creación de complejos habitacionales, vías de
comunicación rápidas y seguras, áreas verdes y recreativas suficientes,
mejoramiento de la seguridad ciudadana, nuevos espacios para la práctica de
deportes recreativos y de alta competencia, capacidad hotelera, y un sinnúmero
de otras obras relacionadas. Es como se puede apreciar, una labor titánica que
debe ser abordada a conciencia por autoridades distritales, provinciales y el
estado, además del sector privado.
El problema está, para decirlo
coloquialmente, a la vuelta de la esquina, ya el próximo año viene una comisión
del COP (Comité Olímpico Panamericano) a ver los avances y planes, y si bien a
nivel del estado con el IPD y sus renovadas sedes, y a nivel de privados con
las inversiones en hoteles, hospedajes y restaurantes, las cosas van bien, no
se puede decir lo mismo a nivel de la autoridad provincial. La actual
alcaldesa, aparte de colarse en el grupo que fue a la elección de sede, y
organizar un pasacalle al regreso, no ha realizado nada más. No se sabe de
ninguna obra, licitación o concesión sacada cuya finalidad sean los
Panamericanos 2019. Es más, su cacareada “reforma del transporte” hasta ahora
no es más que las mismas unidades pintadas de azul.
El viernes 29 de agosto hemos
sufrido los limeños una de las mayores congestiones de tráfico que se recuerde.
Las avenidas principales del Centro, Lima Norte, Lima Este y Lima Moderna
colapsadas sin posibilidad de avance. Todo esto consecuencia de una gestión sin
obras viales que, afortunadamente, va de salida. Sin embargo, debemos
preguntarnos ¿Si la ciudad colapsa en un fin de mes cualquiera, cómo podríamos
recibir unos Juegos Panamericanos? Los candidatos, especialmente el puntero
Luis Castañeda, tienen la palabra, y tienen mucho por decir en el próximo
debate, y mucho más por trabajar si no queremos que nos quiten la sede.
Santiago de Chile y las otras finalistas están mirando expectantes, tenemos
poco tiempo para evitar el ridículo.
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