Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Los pactos éticos en una campaña electoral son ridículos porque todas acaban en una guerra sucia del más bajo nivel. Y los campeones de la guerra sucia han sido siempre los de izquierda, expertos en montar desaforadas campañas de acusaciones, mentiras y desinformación a través de sus grupos de activistas identificados apenas con nombres de combate, los cuales llenan las calles con pintas, pancartas y marchas, además de inundar las redes. A esto hay que sumarles sus medios y mermeleros.
La actual campaña electoral no es la excepción. Desde muy temprano la izquierda se ocupó de resucitar el refrito de Comunicore para enlodar a Castañeda. Rosa María Palacios se dedicó sin pudor alguno a "explicar" el caso durante programas enteros, los creativos de La República no solo sacaban encartes especiales del caso sino hasta videos, para no mencionar las decenas de sucias carátulas de Diario16, entre muchas otras malas artes.
Sin embargo Castañeda repunta las encuestas como un alud incontenible. La desazón y perplejidad de la izquierda es pavorosa al ver que sus esfuerzos han fracasado estrepitosamente. Han montado en ira y hoy se dedican a insultar al público por ignorantes y corruptos, olvidando cómo se rasgaban las vestiduras en el 2011 cuando Aldo Mariátegui llamó "electarado" a los que votaron por Villarán y Ollanta. Llamaron "arrogancia de la DBA" por faltar el respeto al pueblo. Hoy les toca a ellos hacerlo, pero justifican su indignación porque defienden la ética y la moral.
EL problema de la izquierda es que solo vigila la ética del oponente y con mucho recelo. No hay nada en el caso Comunicore que revele un robo a la MML. Se saldó una deuda de 46 millones pagando 36 y el resto es cuento chino. Si estafaron a Relima comprándole la deuda a 14 es asunto ajeno a la MML y no se ve por dónde puede conectarse ese asunto con un robo al municipio ni con Castañeda, cuando este ni siquiera formó parte de los tratos de la deuda. Es más, ni siquiera estuvo presente en la ciudad por esos días. Pero este detalle lejos de exculparlo para la izquierda lo hace más sospechoso. Y es que quieren inculparlo a toda costa. Ya conocemos cómo es la justicia caviar.
El caso Comunicore no solo es un refrito inconsistente para acusar a Castañeda sino que es demasiado complejo para el entendimiento del elector común. En una encuesta solo el 25% declaraba estar enterado del asunto. Al resto no le interesa un pepino simplemente. Pero la izquierda apostó todas sus fichas a esa carta y perdió. Ocurre siempre que se dedican a atacar al oponente en lugar de defender a su candidato. En la última elección tampoco les funcionó atacar a Keiko. Si Keiko perdió fue por la alianza del antifujimorismo de derecha con el rojerío. Vean las últimas declaraciones del marqués llamando a Keiko "la hija del ladrón, del asesino". Claro que nadie dirá que eso es una ofensa a una mujer como cuando alguien llamó fea a Susel y pusieron el grito en el cielo.
Todo indica que Susana Villarán terminará en tercer lugar. Ni las calumnias del rojerío contra Castañeda, ni las millonarias campañas con carísimos asesores extranjeros salvarán a la alcaldesa. Y es que la gente no se fija en campañas ni en programas ni en debates. El voto es esencialmente intuitivo. Es una estupidez pedirle a la gente "voto informado". A nadie le interesa ni siquiera la franja electoral. Al final el voto se decide por una percepción subjetiva y por la simpatía que genera el candidato. Eso es todo. Y en este terreno la alcaldesa pierde por goleada luego de sus frases desatinadas contra los sectores populares, su arrogancia visible y hasta su desfachatez de pasar por la cirugía plástica para seducir electores. Villarán es no solo la imagen de la incapacidad en la gestión, de la charlatanería política de izquierda sino, sobre todo, del desatino.
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