Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La prensa chicha que prima en el Perú -si hay algo que no sea chicha en este país- hace que todo periodista quiera dar una opinión sobre lo que debe ser la política, desde una postura correcta. Por lo general se asume una posición "populista", que es ese afán de caerle bien a todos, por lo que una actitud moralista va de cajón en una sociedad hipócrita. Y como quieren ganar seguidores y likes no hay nada mejor que convertirse en "progresista" predicando la ideología de la igualdad y los derechos, con altas dosis de sensiblería social, posando como todo un pobretólogo, y hablando siempre de "todos y todas", "niños y niñas", "ciudadanos y ciudadanas". Hay frases de cliché que se pueden citar ciegamente como "el Estado debe garantizar a todos la igualdad de oportunidades". En fin, todo eso suena muy lindo, en especial si lo dice una mujer tan bella y culta como Patricia del Río, una de las principales portaestandardes de la corrección política, del igualitarismo y demás causas lindas en la prensa diaria.
La ideología de la igualdad se sustenta en una sensiblería social generadora de discursos y artículos que llegan a superar a las películas hindús con títulos lacrimógenos como "Mamá no vendas mis muletas". Esta sensibilidad social puede ser muy adecuada para hacer películas y telenovelas, ganar seguidores y likes, pero no para hacer política seria. La sensiblería social es un buen anzuelo para atrapar idiotas en un programa de TV, pero definitivamente no es un buen recurso para hacer política. Claro que lo que prima en el Perú es más bien la politiquería, sobre una base social que padece de una clamorosa falta de cultura, especialmente entre los jóvenes.
La ideología de la igualdad se sustenta en una mera ficción. La igualdad es solo un concepto generado por el cerebro. En la realidad no existe ninguna igualdad en ninguna parte, en ningún escenario, en ninguna forma. Las personas no somos iguales ni entre hermanos. Los seres humanos somos la especie donde priman las mayores desigualdades, y esa es nuestra principal virtud. Aunque en teoría tengamos "las mismas oportunidades" en los hechos las diferencias son las que priman. Las familias no son iguales, las regiones tampoco y los países menos. Cada comunidad tiene su cultura y realidad. Las formas de vida humana son diversas y esa diversidad es parte de su riqueza. El éxito en la vida tiene diferentes expresiones y nadie posee una regla de oro para señalar cuál es el adecuado. Lo que importa y vale es la diversidad. En un salón de clases en donde se supone que todos están "igualados", según la teoría política de moda, uno puede apreciar las diferencias entre los estudiantes. Los buenos estudiantes siempre serán una minoría, lo cual nada tiene que ver con quiénes alcanzarán el éxito en la vida, pues el estudio no te garantiza el éxito. Es decir, en los hechos reales no hay manera de igualar a las personas. Decir que el Estado debe garantizarles a todos la igualdad de oportunidades suena muy lindo pero no pasa de ser una linda quimera. Y no deberíamos estar haciendo política sustentados en quimeras.
Los más sensatos hablan de una "igualdad ante la ley", pero incluso eso es falso porque la ley también discrimina entre adultos y menores de edad, hombres y mujeres, casados y solteros, extranjeros y nacionales, etc. Todo juez tiene que utilizar su criterio para discriminar. Pero la ideología de la igualdad progresista se orienta más hacia el escenario social. Para el ideal igualitario progresista, el Perú entero debe ser como Miraflores y todas las personas deben tener una profesión de la Católica o algo parecido. Toda realidad distinta es despreciada. Cualquier forma de vida rural es señalada como prueba de desigualdad y de injusticia social. El prejuicio de que ser pobre es ya de por sí un obstáculo para emerger los deja ciegos para ver su propia realidad, donde ser rico no es ninguna garantía de éxito. De hecho hay muchos que fracasan entre la gente rica y empresas que quiebran al pasar de padres a hijos, fortunas arruinadas y familias destruidas por la estupidez de sus miembros. El segmento de la gente rica anda cambiando de apellidos cada cierto tiempo. Muchos señoritos con maestrías y doctorados en el extranjero no pasan de hacer el ridículo con su sabiduría de biblioteca, y no se puede decir que tengan éxito solo porque les regalaron una columna en un diario.
No debemos imponerle a la realidad nuestra ideología. Frente a la ideología social hay que plantear el realismo racional. Debemos aprender de la realidad y estar dispuesto a solucionar problemas concretos allí donde realmente existen, como poner agua y pistas allí donde faltan. No hay nada más peligroso para un país que caer en manos de gente ideologizada que pretende transformar la realidad para que sea el paraíso con el que sueñan. La ideología ya le hizo suficiente daño al mundo con el comunismo y el socialismo. Pero la ideología de la igualdad y la "justicia social" sigue vigente con muchos rostros encantadores. De buenas intenciones y de discursos floridos está asfaltado el camino del fracaso de las naciones. La política es el arte de resolver problemas reales y no el arte de contarle cuentos a la gente con el afán de crear un mundo perfecto.
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