Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El último episodio observado a través del canal del Congreso ha sido peor que cualquier serie de la TV basura. Solo le faltó ser presentado por Beto Ortiz y auspiciado por Relima. Como
si tener que soportar a esa plaga de incapaces congresistas no fuera
suficiente castigo para el pueblo peruano, encima debemos verlos
protagonizando altercados.
La escena corresponde a la sesión en que se votó la suspensión del congresista Alejandro Yovera, otra de las joyitas que utiliza a sus trabajadores del Congreso para beneficios personales. Este es un sujeto de la más baja estofa que tiene un largo prontuario. Hace dos años también fue suspendido 120 días por haber falseado información en su CV, donde había consignado tener una maestría en la Universidad de Piura que resultó ser falsa. Además indicó haber laborado como gerente de una empresa cuendo solo fue encargado de compras. También fue acusado por no cumplir con el pago de alimentos, etc. Y ahora se aprovecha de sus trabajadores para obtener préstamos personales. Es decir, todo un delincuente de marca mayor que ya debería ser expectorado del Congreso.
Lo increíble es que esta clase de inmundicia humana que abunda en el Congreso cuenta con defensores, los que incluso llegan a tener el cuajo de amenazar al congresista Humberto Lay por cumplir su función de ética. Es decir, las amenazas y extorsiones de los delincuentes no solo se dan en los bajos fondos o en los barrios más peligrosos, ni salen solo de los penales sino que están en el mismísimo Congreso de la República. El pastor Humberto Lay ha denunciado haber recibido amenazas de parte de los congresistas Celia Anicama y Jorge Rimarachín. Así están las cosas en ese pozo séptico de la plaza Bolívar. Y para culminar su hazaña gansteril, el impresentable
Alejandro Yovera acabó denunciando ser víctima de persecución política.
La cereza del pastel -o mejor sería decir la rata sobre el albañal- fue el congresista Mesías Guevara que no tuvo mejor idea para defender a esa alimaña de Alejandro Yovera que insultar a las damas del fujimorismo, luego de contar una enrevesada historia que no tenía nada que ver con las hazañas y corruptelas de su compañero de bancada. Apelando a las peores artes de la charlatanería de callejón, Mesías Guevara hizo una carambola retórica para terminar sugiriendo que las denuncias venían del fujimorismo y que, como ellos son corruptos, no tenían sustento. Esa es la lógica que hoy manejan los sectores del progresismo, el rojerío y la caviarada. La cantaleta de la izquierda en general.
La indignación de Cecilia Chacón simboliza muy bien la náusea que el país siente frente a estos miserables que no solo han llegado al Congreso desde una cloaca, sino que se han hecho políticos para seguir robando y aprovecharse del cargo en todas las formas. Han llegado incluso a formar sus bandas al interior del Congreso y pretenden ocultarse tras la inmunidad, la mentira, el descaro, la injuria y hasta las amenazas. Nos preocupamos por la delincuencia del país pero esta se encuentra ya instalada en el propio Congreso.Y tiene defensores.
Lo más indignante de la situación fue que al final Cecilia Chacón resultó siendo atacada por toda la jauría de izquierda, encabezada por ese parásito oenegiento y seudoambientalista Marco Arana, quien se dedicó a acosarla por el Twitter. Si hay alguien en el Perú que puede quejarse con propiedad y razón de persecusión política es la familia Chacón, víctima de la feroz cacería antifujimorista emprendida por la caviarada desde el 2001. El general Walter Chacón pasó once años de injusto encierro y tuvo que ser liberado por el Tribunal Constitucional al carecer de sentencia. El proceso abierto contra la familia Chacón es una muestra extrema del nivel de maldad y miseria al que puede llegar el rojerío oenegiento.
Mientras que los delincuentes sigan metidos en el Congreso haciendo de las suyas, y con aliados políticos, dentro y fuera, que los blindan y defienden para utilizarlos como votos a favor, esperar cambios en el Perú es un imposible. Cecilia Chacón llamó cobarde a Mesías Guevara pero en realidad se quedó corta. Toda esa lacra de miserables, mediocres y corruptos merecen mayores epítetos.
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