Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Todo parece indicar que la Ley Mora sobre universidades estaría oleada y sacramentada, contando incluso con la aprobación del gobierno que ya envió al Congreso la autógrafa de la ley de creación de la SUNEDU, en concordancia con lo que establece la ley del general Mora, aun no aprobada y menos debatida. Al parecer se hará al caballazo, como han hecho tantas cosas en este gobierno.
Ya se han publicado demasiados artículos sobre el dichoso proyecto, estando la mayoría de las opiniones en abierta oposición al desaguisado armado por el general. No vale la pena entrar en los detalles. Varios expertos ya lo han hecho demostrando sus falencias en diferentes aspectos como los administrativos, académicos y económicos. A mi me basta con revisar los presupuestos generales básicos sobre los que se arma esta ley para darme cuenta de que no sirve para nada.
Todavía seguimos en el pensamiento infantil de creer que las realidades se cambian con una ley. El desastre de las universidades peruanas, empezando por las públicas, es un problema de gestión, un problema de mentalidades, de estructuras sociales y culturales, de relaciones y demandas económicas, etc. Nada de esto se puede cambiar con una ley. Estamos hasta el copete de leyes maravillosas. Desde que tengo uso de razón escucho las palabras reforma, cambio, transformación y revolución. Y nada ha cambiado.
Hubiese sido suficiente con que nuestros políticos hicieran algo real y concreto con las universidades públicas. Bastaría con que el Estado ponga el ejemplo y dicte la pauta en la práctica, es decir, en los hechos, haciendo algo con las universidades públicas para que los demás agentes se acomoden en torno a esos principios de gestión académica al ver que dan resultados. Pero lanzarse irresponsablemente a experimentar con todo el sistema es francamente estúpido.
El general Mora no ha hecho más que rajar de las universidades y sus rectores para justificar su mamarracho legal. De hecho son sus principales blancos. Es una pose con la que se presenta como el salvador de la universidad peruana. Pero ¿cuáles son los fundamentos de su razonamiento? Las mismas viejas y relamidas ideas que se han adoptado como "principios rectores" y que vienen fracasando desde hace un siglo.
Lo que hemos escuchado como fundamentos para la "nueva y moderna" universidad es la ya anacrónica cháchara en torno a la gratuidad de la enseñanza y la eterna condena del lucro en la educación. Mitos que la estupidez progresista ha consagrado como el credo de la política correcta, y que nuestros políticos se han puesto como anteojeras de caballo para no mirar a otro lado. La educación pública no tiene por qué ser gratuita y menos si es de calidad. La gratuidad debe ser una condición otorgada por necesidad probada, y debería haber una escala de pagos aunque sean mínimos. Nadie valora lo que es gratuito.
Además ¿por qué habría que regalarle una profesión a alguien? ¿No sería lo más justo que quienes estudiaron gratis, luego de tener una profesión empiecen a retornar a la universidad el costo de su educación? Francamente me irrita la conchudez de los progresistas que piden todo gratis. Tampoco entiendo por qué el lucro en la educación tiene que estar vedado. ¿Acaso los profesores no enseñan para ganar dinero? La educación es un servicio como cualquier otro. Declarar retóricamente que es un "derecho fundamental" no pasa de ser más que palabrería ridícula.
No podemos seguir sustentados en mitos progresistas que han fracasado y probado su falsedad, a pesar de su encanto. La fascinación que muchos sienten por estas ideas baratas en torno a la gratuidad de la enseñanza y de otras cosas, ha llevado al fracaso y la miseria a varios países, pero lo peor de todo es que acaba corrompiendo a la sociedad, labrando una mentalidad comodona y parásita que lo espera todo gratis del Estado. Si alguien quiere regalar la educación que lo haga, pero no podemos hacer de esto un principio rector para diseñar un modelo educativo. Al final lo cierto es que la calidad de la educación no depende de si es o no gratuita.
El progresismo se ha esforzado mucho durante el último siglo para acumular razones y "pruebas" en contra del lucro en la educación. Pero nosotros también tenemos pruebas del mal uso que se le da a la educación cuando es regalada por el Estado o alguna institución religiosa, pues acaba siendo de mala calidad o se la usa para el adoctrinamiento.
La ley Mora pretende que el Estado que ha fracasado con sus universidades y prácticamente con todo lo que tiene en sus manos, sea el ente rector de todas las universidades, incluyendo las privadas. ¿Puede haber un planteamiento más estúpido? Esta es la mejor manera de garantizar que la universidad peruana estará en poco tiempo en el relleno sanitario.
La ley Mora pretende que el Estado que ha fracasado con sus universidades y prácticamente con todo lo que tiene en sus manos, sea el ente rector de todas las universidades, incluyendo las privadas. ¿Puede haber un planteamiento más estúpido? Esta es la mejor manera de garantizar que la universidad peruana estará en poco tiempo en el relleno sanitario.
No hay en esa ley ningún propósito trascendente y original como diseñar una estructura más amplia para la educación superior, tal que no siga en ese patético esquema de la universidad como continuación natural y obligatoria del colegio, sin casi ninguna otra alternativa. Además se regresa a la fracasada fórmula del tercio estudiantil que solo sirvió para politizar las universidades. Los estudiantes son elementos pasajeros que están en la universidad con un solo propósito que es estudiar. Nada tienen que ver con la gestión de la universidad. Esta idea de involucrarlos en la elección del rector es una funesta remembranza del velasquismo que dio pie a la crisis de la universidad en los 70 y 80, cuando se convirtieron en pasto de las facciones políticas más radicales que luchaban por el poder.
Por donde se le mire, la ley Mora es un desastre. Sus fundamentos son anacrónicos y giran en torno a las mismas fracasadas tesis progresistas. Es una ley estatista que pone al idiota de la familia al cuidado de los hermanos. De ninguna manera podemos apoyar ese mamarracho.
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