Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Como si fuera Pedro Camacho, el novelista que confunde los libretos en la "La tía Julia y el escribidor", nuestro Nobel Mario Vargas Llosa ha terminado mezclando sus cuentos con la realidad. Ha salido a acusar nada menos que a la oposición de golpismo y de hacer peligrar la institucionalidad del país. ¿Desde cuándo una votación en el Congreso, ajustada estrictamente al mandato constitucional, significa un riesgo para la institucionalidad? Es todo lo contrario. El Congreso ha actuado ejerciendo su prerrogativa. La Constitución no exige al Congreso otorgar su confianza al gabinete, lo que dice es que el premier debe pedir el voto de confianza y, si no lo obtiene, debe renunciar. Y no lo ha hecho, o lo ha hecho pero lo han ratificado con todo. En vista de lo cual, quien pone en riesgo la institucionalidad es el presidente Ollanta Humala.
Pero el asunto es incluso anterior a los votos del Congreso. Quienes provocaron la caída del gabinete Villanueva fueron la primera dama y su alfil Castilla. En realidad, quien constantemente anda poniendo en riesgo la estabilidad del régimen es la primera dama, debido a su permanente intromisión en el gobierno, admitida públicamente por su dama de compañía, Ana Jara. También el premier Cornejo, con menos contundencia, ha admitido estas intromisiones, para no hablar del propio presidente quien dijo estar en un "gobierno familiar". De modo que quien actúa al margen de su rol y de los preceptos constitucionales es la primera dama Nadine Heredia.
Sin embargo el marqués no ha dicho media palabra contra esta situación anómala. Al mejor estilo del chavismo la ha emprendido contra la oposición y los medios de comunicación, acusándolos de golpismo y de montar una tenebrosa confabulación contra el gobierno y una campaña de demolición de la primera dama. Solo le faltó decir que la campaña está dirigida y financiada por los EEUU y con eso completaba la estrategia de Maduro para culpar de todo a los demás. Pero en el Perú por lo menos la CONFIEP ha criticado la actitud del Congreso exigiéndoles que se dejen de niñerías y den su confianza al gabinete para seguir haciendo buenos negocios. Así que al menos no podrán culpar a la "derecha empresarial".
MVLL ha dejado más claro que nunca que en el Perú ya ha perdido toda la objetividad que alguna vez tuvo para enjuiciar el nefasto rol de la izquierda continental. Lúcido para criticar al peronismo en Argentina, al castrismo en Cuba, al chavismo en Venezuela y en el resto del continente; ha sido contundente para apoyar a los candidatos de derecha como la panista Josefina Vásquez Mota en México y Sebastián Piñera en Chile, alabar calificándolo de "magnífico" al gobierno de derecha de Alvaro Uribe en Colombia, quien puso mano dura contra la guerrilla de las FARC causando varias bajas importantes en operaciones no del todo legales, incluyendo incursiones fuera de su territorio. En suma, Mario Vargas Llosa es uno fuera del Perú y otro dentro. Acá resulta ser un progresista a carta cabal. A nadie extrañaría verlo como próximo candidato del Frente Amplio.
¿Por qué Mario Vargas Llosa carga en el Perú con la cruz de la incoherencia política? Por la sencilla razón de que nunca ha podido deponer su odio personal contra Alberto Fujimori y pensar en el destino del Perú como nación. Vargas Llosa será un marqués pero no un hidalgo, es un simple resentido viviendo con los traumas del pasado. Lo evidenció en las últimas elecciones cuando decidió apoyar al candidato de la izquierda, Ollanta Humala, un chavista, velasquista que arrastraba a todo el manicomio de la izquierda tras de si. Vargas Llosa no apoyó a Ollanta por sus dotes personales. Sabía perfectamente que era el peor candidato. Lo apoyó, como lo dijo claramente, solo para evitar el retorno del fujimorismo, como si eso fuera materialmente posible.
Desde entonces MVLL es el cuentista que nos mete floro afirmando que el gobierno de Ollanta es maravilloso. No ha tenido el valor de criticar su penosa actitud frente a la situación de Venezuela, como no dijo nada de su papel cómplice en tanto presidente de UNASUR en la validación de la fraudulenta elección de Maduro, ni en su cobarde actitud de no recibir a Capriles, etc. Ollanta ha confesado ser un admirador de Hugo Chávez, de quien dijo era "un ejemplo para Latinoamérica". Hace un año Nadine sufrió un accidente de tránsito en una camioneta que era propiedad de una ONG chavista. Así que para nadie es un secreto que los petrodólares venezolanos que Hugo Chávez repartió por todos lados comprando conciencias también llegaron al Perú, y sabemos bien a qué bolsillos. ¿Algo ha dicho el Nobel sobre todo esto? No. Pero lo sabe y calla.
El camaleón Vargas Llosa que es verde para el extranjero y rojo para el Perú ha asumido todo el discurso del progresismo y la caviarada. Es mentor del informe infame de la CVR y del mamarracho rojimio del Museo de la Memoria, se enfrenta agriamente al cardenal Cipriani tildándolo de intolerante y es ahora el portaestandarte de la campaña progre contra los medios de comunicación, porque tampoco perdona que El Comercio apoyara a Keiko Fujimori. Así pues, Mario Vargas Llosa es en el Perú un caviar marqués que ha asumido la agenda completa del progresismo. Mario Vargas Llosa es solo para el Perú la principal voz de la izquierda mientras que en el extranjero funge de defensor del liberalismo. En suma, es un hipócrita completo. Que lo sepan sus amigos en el extranjero.
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