Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Los peruanos hemos pasado, una vez más, la ignominia de ver al Estado defendiéndose de las ONGs de izquierda que, cual jauría rabiosa y babeante, vive acosándolo con denuncias permanentes ante la Corte Internacional de DDHH. El espectáculo judicial tuvo que ver, una vez más, con el heroico rescate de rehenes de la residencia del embajador del Japón, hecho ocurrido hace 17 años a cargo del comando Chavín de Huantar. Lejos de pasar la página negra de aquella majadería cometida por el grupo terrorista castrista MRTA, la izquierda oenegienta atiza el rencor año tras año tratando de enlodar la memoria de nuestros héroes y cobrarse la venganza con la mascarada de "justicia".
Por supuesto que el interés de la izquierda oenegienta no está depositado en las víctimas del grupo terrorista, ni en las viudas de los valerosos combatientes del ejército muertos en acción, ni en la reparación de los vecinos de la residencia que soportaron los estragos de la captura durante tres meses, ni nada por el estilo. Todo el interés de la izquierda oenegienta está orientada a hacerle "justicia" al terrorista Tito, de quien alegan que habría sido ejecutado extrajudicialmente. Así es: todo este lío es por un terrorista muerto. Solo en un cerebro deteriorado por el fanatismo, el odio y el rencor cabe vivir afanado en someter al suplicio de un juicio interminable de 17 años a unos comandos que elevaron el prestigio del Perú ante el mundo. Y todo por un miserable terrorista cuya vida no vale un comino.
¿Qué persigue la izquierda oenegienta con estos juicios? ¿Justicia para su terrrorista muerto? ¿Reparaciones jugosas para la familia del terrorista, como ya ha ocurrido otras tantas veces, incluyendo ceremonia oficial de desagravio y monumento? Algo de todo esto hay, pero sobre todo se trata de la miseria humana que caracteriza a estos sectores de izquierda, miseria que ocultan con la máscara de la justicia. Una justicia en la que no hay nada más que un claro ánimo de venganza y de provecho político propio, pues los principales -si no los únicos- beneficiados con todos estos juicios interminables, con estas constantes apelaciones ante diversas instancias hasta llegar a la CIDH, son los parásitos de las ONGs de izquierda.
Un parásito es un ser que vive de otro. Las ONGs de izquierda son exactamente parásitos que medran a costa del Estado peruano y de la sociedad peruana. Su labor intensa no le sirve a nadie, no es productivo, no aporta un solo gramo al PBI nacional, por el contrario, resta. Su existencia y actividad intoxican a la nación haciéndola padecer una constante enterocolitis que se agudiza en las afanosas sesiones de la CIDH. El "trabajo" de estos parásitos que viven de los juicios al Estado solo beneficia a ellos y a nadie más, con la eventual excepción de algunas "víctimas" buscadas por ellos, organizadas y adiestradas por ellos para utilizarlas como pretexto de sus campañas, y a las que finalmente le conceden una propina por dejarse manipular y prestarse a la farsa.
Nadie acusa ni señala a estos farsantes de la justicia que no tienen escrúpulos en manipular campesinas y ancianas, paseándolas en sus marchas, haciéndoles llevar carteles con mensajes políticos elaborados especialmente para la ocasión en la maquinaria perversa de estas ONGs cuya misión principal es atizar el odio antifujimorista creando psicosociales, promoviendo circos, armando campañas, difundiendo mentiras a través de sus diversos órganos. Se trata de toda una red parasitaria que infecta la nación con odio y mentira. Prevalecen porque nadie les responde. Por primera vez en esta ocasión se ha visto en la CIDH al menos una defensa decente del Estado ante estas pirañas acostumbradas a ganar ante la incuria del Estado. Ya es hora detener y señalar a estas ONGs de izquierda llamándolas por su verdadero nombre: parásitos sociales.
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