Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
En un negocio donde lo que se vende son noticias, estas deben elegirse de acuerdo al interés de las personas que constituyen el mercado de las noticias, o al menos el segmento del mercado al cual ese medio se dirige. El interés está puesto en vender tales noticias. Por eso es importante que las noticias sean lo que la gente quiere y espera. Quien antepone otra clase de criterios está destinado al fracaso. Hay algunos que prefieren adoctrinar o convertirse en una trinchera política para defender al gobierno o su líder o aniquilar adversarios. Estos no deberían quejarse si fracasan. Solo pueden subsistir si el gobierno o un partido los mantiene pero no compitiendo.
Por otro lado, en el mundo empresarial crecer es un imperativo. Las empresas deben crecer. Todas tienden a ello y es vital para competir y tener éxito. Eso no se puede condenar ni restringir por el hecho de que el negocio sea la venta de noticias. Eso sería estúpido.
Estas cosas evidentes y propias del mercado y los negocios pueden llegar a afectar algunos valores, es cierto. Por ejemplo la clase de noticias puede no ir con mis gustos e intereses. Pero eso no le da derecho a nadie a levantar banderas de ética y moral para censurar medios. Otros piensan que sí, son los totalitarios que nunca faltan. Lo mismo pasa con las fusiones y ventas de las empresas de noticias. Una cosa son los negocios y otra los valores que maneja la gente y sus miedos y creencias. Lo mejor es que los valores, la ética y la moral sean manejados de manera directa. Lo hace cada persona al elegir qué comprar, qué ver, que oír. No lo debe hacer un gobierno ni el Estado. El manejo de los valores hay que dejárselo a las personas. Lo único que debe preocuparnos es que exista plena libertad para elegir y para publicar.
Por otro lado, en el mundo empresarial crecer es un imperativo. Las empresas deben crecer. Todas tienden a ello y es vital para competir y tener éxito. Eso no se puede condenar ni restringir por el hecho de que el negocio sea la venta de noticias. Eso sería estúpido.
Estas cosas evidentes y propias del mercado y los negocios pueden llegar a afectar algunos valores, es cierto. Por ejemplo la clase de noticias puede no ir con mis gustos e intereses. Pero eso no le da derecho a nadie a levantar banderas de ética y moral para censurar medios. Otros piensan que sí, son los totalitarios que nunca faltan. Lo mismo pasa con las fusiones y ventas de las empresas de noticias. Una cosa son los negocios y otra los valores que maneja la gente y sus miedos y creencias. Lo mejor es que los valores, la ética y la moral sean manejados de manera directa. Lo hace cada persona al elegir qué comprar, qué ver, que oír. No lo debe hacer un gobierno ni el Estado. El manejo de los valores hay que dejárselo a las personas. Lo único que debe preocuparnos es que exista plena libertad para elegir y para publicar.
Mucha gente confunde las cosas, mezcla los criterios y cree que sus valores están por encima de todo, por consiguiente censura aquello que no juega con ellos. Ignora que no todo está regido desde su perspectiva de valores. Además hay valores y valores. A veces defender un valor implica aplastar otros. Lo realmente nefasto ocurre cuando alguien denuncia medios como si fueran una anomalía perversa, asumiendo así el rol de censor y director de los valores, usando un discurso cursi que causa confusión. La izquierda, por ejemplo, cuando está en el poder suele manipular los valores de la libertad de expresión y la democracia para satanizar a los medios críticos y censurarlos. Es fácil comprobar que donde la izquierda está en el poder son estos valores los que han sido fulminados.
Hace tiempo que vemos a Ricardo Belmont escupiendo su odio a los medios que tienen éxito, y lo hace desde su precario canal donde él sigue siendo la figura principal, un canal que sobrevive al borde del colapso. Algo similar ocurre en estos días con otros medios que no son tan exitosos. Uno de ellos está por ser rematado porque debe a la SUNAT una millonada. Estos, al igual que Belmont, reniegan de otros medios más exitosos pero lo hacen apelando a la farsa de la libertad de expresión, como si esta estuviese en peligro. Y lo curioso es que para "garantizar" la libertad solicitan que el Estado regule los medios. Algo insólito. Lo que evidencia su hipocresía y trasfondo político. En el fondo lo que quieren es sobrevivir a pesar de su fracaso. Así que La República y Belmont apelan a los valores para ocultar sus intenciones reales.
Ahora la diferencia es que ya no se trata del solitario loco Belmont defendiendo la moral en los medios y el complot contra su canal, sino de "La República", nido del rojerío nacional que ha montado todo un gran psicosocial bien orquestado, con simposios, conferencias, entrevistas y otras formas de difusión y bullying mediático para atacar a su competencia. De hecho son tan efectivos que hasta el mediocre presidente que tenemos ha caído en sus redes y levantado la voz para defenderlos. El drama que se ha montado tiene el nombrecito de "concentración de medios". A diferencia de la cantaleta de Belmont, esta vez el éxito del show de La República y sus mermeleros ha sido total.
Una vez más hay que advertirle a los incautos que cuando vean una campaña de causas nobles y justas lo primero que deben hacer es sospechar. Acá nadie está preocupado por la moral ni por la libertad ni por la democracia, y menos los rojos, progres y caviares que aplauden la dictadura cubana, chavista, los excesos de Cristina contra la prensa en Argentina y que aun viven soñando con Velasco. Detrás de toda la palabrería cursi de los valores siempre hay intereses, odios, revanchismo, envidia, rencor, etc. Así que detrás de toda esa ridícula cantaleta de la progresía solo hay miseria humana queriendo salir a flote. Es simple afán de sobrevivencia, y para ello no les importa mentir, exagerar, fingir y montar toda una farsa llamada "concentración de medios". Lo que en verdad buscan es sobrevivir sin tener que competir.
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