Escrito por: Luis Garcia Miro Elguera
Los caviares son lo peor Antes de finalizar estos anecdóticos contrastes entre libertad e igualdad, paradigmas de la derecha e izquierda, respectivamente, ha...remos un repaso de los dos comentarios anteriores. La igualdad de la izquierda es falsa porque la condiciona a que el Estado lo gobierne la zurda, cuyos antecedentes no son ni democráticos ni igualitarios sino totalitarios y sanguinarios. Ahí están la URSS, Cuba, China, Camboya, Corea del Norte, etc. Asimismo resaltábamos la excelencia de la libertad sobre la igualdad, pues mientras la primera no ofrece regalarle riquezas al pobre –ni menos robárselas al vecino para “repartirlas”– sino dejar que el individuo se realice para competir por la fortuna, la segunda exacerba el morbo de inferioridad para alentar el expolio de bienes ajenos, que ofrece distribuir en forma “equitativa” para eliminar la diferencia de clases.
También anotamos la incongruencia de cierta gente pusilánime de derecha que reniega de su identidad para declararse de centro, mientras el izquierdista se identifica sin temor con la doctrina roja. Pero en esta entrega analizaremos a un segmento aún más incoherente. Está formado por quienes no apuestan por una ni por otra propuesta “sino por todo lo contrario”, como suelen bromear en México. Son los progre. Una especie intelectualoide, calculadora, frustradona, hipócrita y gelatinosa que piensa y vive como de ultra derecha, aunque actúa como de izquierda para poder alcanzar sus metas de figuración, lucro y poder. La "progresía" predica el politicocorrectismo, cuyo fundamento fariseico prohíbe que el éxito lo alcance quien se rompa los lomos trabajando, ni quien persevere en estudiar y prepararse para competir por el primer lugar en la vida.
Más bien el éxito debe ser patrimonio exclusivo de quienes engañan al pueblo trajeados de defensores de los derechos humanos, el cuidado del medio ambiente, el amparo a los animales o el unisex. Claro, esta salvaguardia no es principista. Obedece a un cerril afán de lucro, encapsulado en el negocio de aquellas oenegé que se prestan a hacer grandes utilidades intermediando en asuntos de sensibilidad social. Para lograrlo, los gurús de la progresía deben predicar como proletarios y vivir como millonarios. Lo consiguen con dinero que reciben de grandes fundaciones internacionales, a través de millonarias donaciones dirigidas dizque a mejorar la calidad de vida de los menesterosos, oponerse a los abusos que comete la derecha, imponer el gayismo, impulsar el feminismo, o promover la democracia en países “primitivos” como el nuestro.
Líbranos del agua mansa porque de la brava me libro yo, reza el aforismo. Con el izquierdista uno puede polemizar porque sabe a quién tiene por delante. Lo mismo puede decir el zurdo del diestro. Sin embargo confrontar al progre es como enfrentar al terrorista. No viste uniforme. Más bien usa careta y bandera de santurrón para confundirse con la masa, con “los buenos”. Aunque de noche deja el antifaz y la banderita de marras, para mimetizarse con los ricos y famosos en bares, discotecas y restaurantes elitistas, donde llega en su 4 x 4 tras haber descansado en su departamento sanisidrino o la casa de La Molina.
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