Por: Juan Carlos Vásquez
No hace mucho que una nueva estrellita de la izquierda, y dirigente estudiantil PUCP, apareció en la TV para probar que la izquierda tenía también sus divisiones inferiores listas a saltar a la cancha. Conforme se desarrollaba la entrevista el anfitrión debía bajar el nivel del diálogo para sortear las limitaciones de la joven. Al final pude inferir dos cosas: que siguen con el mismo chip en el cerebro repitiendo las mismas consignas y clichés, típicas de la política dogmática, igual que hace 10 años cuando salí de la UNMSM pero que proviene de mucho más atrás: la otra es que la capacidad de la izquierda para captar jóvenes idealistas, incautas y susceptibles al mensaje “revolucionario” con sentimiento de culpa clasista sigue intacta, (y mejor si vienen en paquetes físicos atractivos). Es evidente que por más que se presenten como “nueva izquierda”, sus nociones de economía y del interior del país siguen estancadas en la época del gamonalismo de la República Aristocrática, o incluso más atrás, en la visión feudalista de Mariátegui.
Sigrid Bazán, la nueva estrella zurda que era entrevistada, se refirió al Proyecto Conga como “un proyecto que no debería salir” (¿?) y soslayó la calamitosa situación económica de Cajamarca afirmando que era una región agrícola y que la minería creaba pocos empleos, por lo que culpar la situación actual de esa región a la falta de inversión minera no era correcto. Agregó que el país debía dejar de ser “primario exportador” para pasar a otro nuevo “modelo de desarrollo” (¿?). Como en la mayoría de argumentos izquierdistas, este se basa en una media verdad para llegar a una conclusión equivocada. La minería moderna formal genera pocos empleos directos, eso es totalmente cierto e innegable, pero al igual que toda industria moderna eficiente y competitiva, el valor de la minería moderna no es tanto por los empleos directos que crea sino por la cantidad de encadenamientos productivos que genera y por los aportes fiscales que deja al Estado, incluyendo la propia región que recibe su canon.
Los aportes fiscales están claros para la mayoría, incluso para los de izquierda radical, pero en cambio la parte de los encadenamientos no parecen entenderlo. En el mejor de los casos, subestiman sus efectos. El encadenamiento productivo no es más que la generación de empleos que se relacionan indirectamente (o incluso no se relacionan) con la industria establecida en la zona (sea minera, agroindustrial, tecnológica, etc), pero que su creación y desarrollo está íntimamente relacionada con el establecimiento de dicha industria. Esto se da porque la industria moderna genera los suficientes excedentes para los que trabajan en ella como para que pasen de una situación de sobrevivencia a otra donde puedan satisfacer otras necesidades personales no tan básicas pero importantes para el desarrollo humano, cosa que una actividad económica obsoleta o poco productiva como la agricultura o ganadería de autosustento no se da.
Como geólogo dedicado a la exploración la mitad de mi vida profesional, y a la consultoria, la otra mitad, he visto cómo en zonas alejadas del país y en ciudades intermedias del interior la generación de encadenamientos productivos relacionados a la industria minera moderna ha sacado de la pobreza y generado infinidad de empresas grandes y pequeñas, puestos de trabajo y mejoras en la calidad y seguridad de los mismos, pago de impuestos y de prestaciones laborales y sobretodo eleva la dignidad de las personas, esa misma dignidad que los socialistas dicen defender y que, no obstante, es lo primero que atacan cuando llegan al poder. Los encadenamientos van desde las empresas que son “socios estratégicos” y trabajan directamente con la minera, hasta los pequeños empresarios “emprendedores” que dan servicios de movilidad o alimentación, y entre ellos hay infinidad de empresas y personas involucradas: logísticas, de movilidad, de alimentación, de servicios varios, de consultoria, legales, financieras e incluso estudios sociales, los cuales suelen estar paradójicamente dominados por profesionales que están en contra de la actividad minera moderna. Los encadenamientos son tantos y tan variados que el beneficio social es general. Eso es algo que otros países mineros como Chile, Canadá o Australia han entendido bien y promueven, llegando en los tres casos a desarrollar importantes industrias secundarias a partir de la principal.
Mientras la izquierda siga sacando hornadas de dirigentes y militantes que esperan llegar al poder para hacer su revolución y cambiar la estructura económica, en lugar de aprovechar las industrias modernas y su red de encadenamientos productivos para mejorar la situación de los ciudadanos, cada 5 años seguiremos con el mismo temor de que llegue al poder el sucesor de Velasco Alvarado y empiece su trabajo de demolición del país montando sus experimentos idealistas. La izquierda sigue pensando en términos ideológicos desdeñando la realidad, incapaz de reconocer el fracaso absoluto de sus modelos. Mientras sigan así nunca serán una opción viable de gobierno, y ni siquiera para el debate serio. Seguirán siendo el fantasma que amenaza nuestro futuro.
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