Por: Felipe Cortijo
La ideología
de izquierda en el Perú es una enfermedad infecto contagiosa muy peligrosa,
todo lo que se acerca ella o convive con ella degenera en “comunismo”. No
existe antídoto eficaz que permita la curación de esa enfermedad crónica, no
hay remedio posible a esa maldad. Si alguien tuvo la mala suerte de conocer el
abecedario básico del marxismo, en la Universidad, o lo que es peor, de muy
niño en la escuela o en la academia, deberá ponérsele en cuarentena. Aléjese
inmediatamente, su vida esta en verdadero peligro, y la vida de muchos con
usted.
No estoy
siendo dramático en absoluto, una vez que usted tiene contacto con panfletos y
pasquines marxistas, la curiosidad ya no tiene límite. Ud se volverá adicto más
temprano que tarde, pues la lectura de algunos clásicos del marxismo como el
“Manifiesto del Partido Comunista”, o ese mamotreto llamado “El Capital”,
tienen la cualidad de despertar la fe en las utopías irrealizables. Se vuelven
un nuevo credo, una nueva religión, un dogma que vende las renovadas
indulgencias, a cambio de convertirse en un ateo materialista. Le prometerán la
dulce esperanza de un nuevo cielo llamado “justicia social”, que ellos saben
bien que no existe, pero por el cual tiene que hacerse penitencia y mortificar
el cuerpo con buena dosis de descarnado odio, hipocresía y mala fe hacia todo
lo que es progreso y bienestar. Si es necesario tendrán que destruirlo todo, tendrán
que desaparecerlo todo, así se ingresa a la secta de “Sendero Luminoso”.
La miseria es
una condición natural para ellos, desde allí pregonarán pueblo por pueblo, como
San Pablo, la buena nueva: “Todos podemos ser iguales, quitémosle a los ricos y
démosle a los pobres, no debe haber ricos, no necesitamos de los ricos. ¡Proletarios
del mundo, uníos!”. Y cómo no convencerse con esta lógica todopoderosa del
marxismo: si no hay diferencias todos seremos iguales, y aparecerá el
comunismo, todo será de todos, todo será común, nadie será dueño de nada, y
dicen que seremos felices. Lo que nunca dicen es que a través de la historia universal
ya se intentó innumerables veces este experimento imposible, y nunca, léase
bien, nunca se consiguió la ansiada felicidad comunista, ese sueño, esa utopía,
esa mentira irrealizable. Ejemplos palpables de una sociedad “evolucionada”
hacia la ideología de izquierda lo vemos en Cuba, Venezuela, Argentina,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, países mediocres y pobres que quieren establecer
el comunismo por la fuerza, por encima del derecho ciudadano.
Esta es la
ideología de izquierda, su origen es el cansancio del hombre en su búsqueda de
la felicidad, la descomposición de su pensamiento frente al choque con la dura realidad.
La decadencia de sus ideas que ya no soportan frustraciones, esa ilustración
desmedida que deriva en una psicosis social llamada anarquismo, socialismo,
progresismo y comunismo. Son tan sólo una enfermedad social, son personas como
Susana Villarán, Rocío Silva Santisteban, Manuel Dammert o Nicolás Lynch que a
pesar de pertenecer a la clase social más alta de Lima, en donde nunca supieron
de pobreza, encontraron en la
Universidad las condiciones y el clima necesarios para
contraer la enfermedad del marxismo. Son decadentes, están deformados y
enfermos, han tomado como suyos lo peor de las ideas políticas en el mundo, su
bandera es la “justicia social”, y sus métodos para conseguirla pueden variar,
desde la agitación política y la protesta callejera hasta llegar al crimen. ¡Vacunemos
contra el comunismo!.
Tras 7 decadas de marxismo salvaje en Rusia, en 1989, se hizo polvo con la caida del muro de Berlin. Hay algunos que todavia no se enteran
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