La reciente aparición del presidente Ollanta Humala solo ha dejado en claro que se trata de alguien con un pensamiento nada claro. No está mal que decida esquivar el acoso de los reporteros que le lanzan preguntas al paso cada que aparece en público, y que en cambio prefiera someterse al interrogatorio de la prensa en una sesión especial, aunque sería mejor si al frente hubiese un equipo variado de periodistas y no solo dos privilegiados que resultan curiosamente complacientes con las enrevesadas respuestas del presidente. De hecho, la pobreza de la entrevista no se debe solo al elemental nivel del presidente sino de los periodistas que dejan pasar respuestas nebulosas.
En el caso del indulto al ex presidente Fujimori es vergonzoso que a estas alturas no le hayan entregado el informe de la comisión de indultos, habiendo ya circulado por los medios gracias a los malos oficios de la ministra de justicia, siempre diligente para filtrar esta clase de información. Hay que recordar que los primeros en enterarse del contenido de este informe fueron los agentes legales del terrorismo en la CNDDHH, y sin embargo, el presidente aun no tiene el dichoso informe. Patético realmente.
Otra cosa que no se entiende es para qué necesita reunirse con la familia de Alberto Fujimori. ¿Pretende negociar el indulto? Tampoco se entiende para qué espera el informe si admite que la decisión depende tan solo de su soberana voluntad. ¿Cuánto tiempo considera conviente dejar pasar para no sentirse presionado? ¿Olvida que se trata de una persona que está en situación de riesgo?
En el caso de la posible candidatura de Nadine Heredia ha sido displicente y tonto con la respuesta. Como presidente debió decir sencillamente que la ley no le permite a su esposa ser candidata y punto. Nada más que eso tenía que decir, al margen de que sea cierto que este refrito es un invento de la prensa mediocre en su afán de armar titulares, carátulas y psicosociales que vendan.
Pero sin duda lo peor ha sido su abordaje del tema Repsol. Ollanta es alguien tan limitado que ni siquiera sabe que no puede escapar del entorno ideológico en el ejercicio del poder político. Sin embargo, trata de convencernos de que la decisión de comprar los activos tóxicos de Repsol no es un tema ideológico sino estrictamente técnico. Es decir, gastar una millonada del tesoro público no para obras básicas necesarias sino para una aventura empresarial, hacerse de una deuda muy pesada generando los riesgos políticos que el mismo presidente reconoce que podrían haber en el futuro, no obedece a un capricho ideológico para "repotenciar" Petroperu, herencia del velasquimo. Tal vez él lo crea así, pero de hecho se trata de una decisión que obedece absolutamente a una ideología, y de las malas.
Bastaría notar las abiertas contradicciones en que incurren los defensores de la tesis tecnicista, como Manuel Danmert, cuando aseguran que ya no habrán ingerencias política en Petroperú, para luego afirmar que el beneficio para la población es que se podrá vender gasolina más barata. ¿Cómo es que el objetivo de vender más barato reduciendo utilidades y arriesgando competitividad pasa a ser un objetivo empresarial sin ingerencia política? Eso es sencillamente un disparate. Desde el momento en que se coloca como el mejor argumento los bajos precios que se pondrán a la gasolina de Petroperú, esa empresa ya está condenada políticamente al fracaso. Y todo por un capricho ideológico cavernario.
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