Por Ricardo Vásquez Kunze
Por qué votas SÍ, es una pregunta que me hacen recurrentemente algunos conocidos míos del ambiente periodístico, perplejos y avinagrados por mi posición frente a la revocación de Susana Villarán. Y siempre les respondo lo mismo: ¿Y por qué tendría yo que votar NO? Digamos que, siendo yo un hombre de derecha, ¿cuál sería la razón por la que, ante la realidad constitucional que se presenta con un proceso legal de revocación en marcha, yo tendría que votar por la izquierda encarnada por Susana Villarán y sus aliados de Tierra y Libertad, Patria Roja y Lima para Todos?
Pues, me dicen ellos, por la misma razón por la que votarán para que Susana no sea revocada la derecha de la que forman parte Lourdes Flores y el PPC, PPK y la CONFIEP, CAPECO y el sector A/B. ¿De qué razón se trata? De la “institucionalidad”. O sea, olvídate de Susana, de si es incapaz o no, de si hizo o no hizo lo mismo que sus antecesores en los primeros dos años. De si tiene o no tiene algo que exhibir ya como obra concreta y no solo palabras y gestos hermosos. De si hay o no hay un plan de desarrollo para Lima. ¡No! ¡Eso es lo de menos! Lo importante es votar por la “institucionalidad”.
Pues, queridos conocidos míos, es precisamente por eso por lo que no votaré por Susana Villarán y SÍ votaré por que sea revocada. Y es que no me interesa “institucionalizar”, ni en Lima ni en el Perú, una visión del mundo que me repugna profundamente y que es, de más está decir, la de la “izquierda progresista” y la de sus aliados marxistas. En pocas palabras, lucharé políticamente con mi voto para que el totalitarismo de la corrección política y el pensamiento único no sean el molde ni el barro con los que la izquierda “construya” una “ciudadanía” a su medida.
Pues de eso se trata todo el asunto para mí. “Construir ciudadanía” es el gato por liebre con el que la izquierda apunta a asfixiar la voluntad de cada ser humano a pensar libremente para embutirlo en una camisa de fuerza donde la “interculturalidad”, la “identidad de género”, la “tolerancia”, la “educación inclusiva” y el “medioambientalismo”, entre otros ucases ideológicos, determinen la ortodoxia ciudadana y distingan, por tanto, a los buenos de los malos muchachos. Se perfila así un despotismo ético y moral que pretende instalar una única postura válida para vivir la totalidad de los aspectos de la vida en sociedad, so pena de ser excluido y señalado como lacra.
Y lo estamos viendo en esta campaña con reflectores de neón. Un “frente cívico”, le llama Mirko Lauer donde, como no podía ser de otra manera, los buenos y honestos ciudadanos –esos “institucionales” que no saben ni qué clase de institucionalidad respaldan– están "por Lima y por Susana". Y donde los canallas, irresponsables o mañosos están del otro lado, con la barbarie y las mafias. Unos son “ciudadanos”; los otros no. ¿Por qué? Muy simple. Porque no están con ellos ni creen en lo que ellos creen. Esto es lo que me subleva profundamente.
Así pues, hoy más que nunca, mi voto por el SÍ es un voto de protesta político e ideológico. No quiero la Lima que quiere la señora Villarán. No quiero la “institucionalización” de una “ciudadanía” “construida” con sus desechos ideológicos. No quiero ser un ciudadano de segunda clase por no creer en lo que esa “izquierda progresista” y su comparsa mediática creen. No quiero que me impongan el mal gusto de su corrección política, ni sus apoyos a toda causa "noble y justa". No quiero que me torturen con un pensamiento único ni una visión idílica. Y si la revocación me da la posibilidad INSTITUCIONAL –sí, señores institucionalistas, la revocación también es una institución política, ¿sabían?– de protestar por eso antes de que culmine su mandato, pues, protesto para que SÍ, se vaya. ¿Alguien tiene algún problema con ello?
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