lunes, 4 de septiembre de 2017

Guerra de tronos


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Mucho se habla de la falta de instituciones y de institucionalidad en el Perú. Es verdad que no las tenemos y no las vamos a tener por varias razones. En primer lugar, porque todas las instituciones que hemos tratado de armar se han sustentado en el plagio de lo que hay afuera, o en el acatamiento de modas o pactos internacionales. No son producto de nuestras inventiva, necesidades, idiosincrasia y realidad. En segundo lugar, porque muchas de ellas tratan de competir por el poder, llegando a confundir su rol como institución al servicio de la nación, antes que de sus miembros o partidos.

Se ha armado todo un alboroto por una mal llamada "ley antitransfuguismo" que ni siquiera es una ley. Es una modificación del reglamento del Congreso y solo rige en el ámbito del Congreso. Los congresistas disconformes con esa modificación del reglamento votaron en contra, pero luego de perder, ardidos en la piconería y pensando en sus propios intereses personales o partidarios, han recurrido a una leguleyada: ir a quejarse al Tribunal Constitucional. El adalid de esta payasada fue, cuándo no, Yonhy Lescano, quien antes era un predicador del antitransfuguismo, con lo que demuestra que es un tránsfuga hasta de sus propias ideas.

Es penoso pues ver confrontados a dos instituciones fundamentales del Estado. Lo salomónico hubiera sido que el TC se abstuviera de ver la materia, habida cuenta que se trata del reglamento del Congreso, y que la propia Constitución establece claramente, en su artículo 94, que es el Congreso el que elabora y aprueba su reglamento interno. Si elabora, obviamente, también lo modifica. Pero no solo lo elabora y lo modifica sino que lo aprueba. Punto final. No va más allá. Por consiguiente es cuestionable que el TC se arrogue la autoridad para examinar el reglamento del Congreso y decir si está bien o está mal lo que han decidido los congresistas para regir su operatividad.

De otro lado es sospechoso que el TC se apresure a fallar este caso en vísperas de la juramentación de un nuevo tribuno. ¿Cuál es el apuro? Pero no es lo único que despierta sospechas en el TC, pues ya antes han tenido la desfachatez de reabrir el caso "El Frontón", un refrito de hace 30 años que ya ha sido juzgado no una sino cinco veces. Pero es un caso emblemático para los rojos, progres y caviares pro terrucos que viven de darle cuerda a los juicios que hoy se llaman de "derechos humanos". Hay una acusación constitucional contra el TC por reabrir ese caso apelando a una triquiñuela ilícita, y que será vista por este Congreso próximamente. ¿Es un juego de poder?

Lo más sensato sería que el TC se inhiba de acoger la demanda de estos congresistas, interesados en que el Congreso siga siendo una chacra sin control donde cada quien puede hacer lo que le da su gana, entrando y saliendo de bancadas según su humor del día. Ya hemos visto como dos congresistas salieron de su bancada por razones meramente histéricas, armando una pataleta porque no pusieron en la agenda del día su proyecto de ley. Hay otros que quieren armar su propia agenda legislativa desconociendo al partido por el que llegaron al Congreso. 

Estas cosas no se pueden permitir si es que nos interesa realmente la institucionalidad del país. No se puede criticar la falta de institucionalidad y a la vez querer que el Congreso siga siendo un circo de trepadores y saltimbanquis que actúan sin control alguno. Apelar a que "el congresista no está sujeto a mandato imperativo" es otra leguleyada. En el contexto de la Constitución esa cita se refiere a que el congresista no puede ser coartado por nadie fuera del Congreso, pero dentro del Congreso, desde luego que sí está sujeto a mando imperativo producto de su propio reglamento. Si el presidente de la mesa directiva le dice que se calle, se tiene que callar o es sancionado. ¿O acaso no hay congresistas sancionados? Entonces pues no me vengan con esa payasada de que el congresista no está sujeto de mandato imperativo. Dentro del Congreso tiene que respetar su reglamento y el de su propia bancada. Así y solo así puede funcionar la democracia en el Perú. 

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