domingo, 28 de agosto de 2016

¿Por qué no se callan?


Por: Richard O. Campos Villalobos

No entiendo cómo es que sigue la monserga bullanguera contra la llamada píldora del día siguiente. Por todo lado salen más y más gritones de ocasión, la gran mayoría del redil de la Iglesia Católica, con el cardenal Cipriani a la cabeza. En este aspecto la iglesia y sus acólitos son muy similares al rojerío vocinglero tratando de imponer su agenda por las malas a todo el mundo. La bulla sigue igual, al extremo que Cipriani llamó a dos ministras “respondonas” porque se mostraron a favor de la distribución gratuita del AOE, el anticonceptivo que ya se expende en farmacias libremente hace años. Como siempre, de por medio está la mujer, un ser de segunda categoría para todas las religiones monoteístas machistas, que ven a la mujer solo una máquina de parir hijos.

Hace mucho que la Iglesia usa el sambenito de la “defensa de la vida” para relegar a la mujer, quitándole hasta el derecho de decidir sobre su cuerpo, su vida y su destino. La iglesia ya decidió cuál es el destino de las mujeres: parir calladitas, no importa si fueron violadas, si ya tienen cinco hijos en la miseria o, incluso, si el feto tiene un defecto que lo hace inviable. Nada le interesa a la iglesia y sus acólitos, la mujer tiene que parir y punto. En los medios y en las redes pululan “doctores de la ley” hablando del recurso de la adopción, pero sin dar ellos mismos el ejemplo. Más bien hablarán de la pena de muerte cuando esos niños nacidos y crecidos en la miseria y el abandono acaben como pandilleros y asaltantes.

Los liberales y todo el que aprecia la libertad de las personas, defienden sus derechos y en especial su derecho a decidir sobre su propia vida y destino. Nadie puede decidir por otro ni imponerle su moral ni un destino que no desea. Las personas deben poder decidir solas, por sí mismas, lo mejor para sí. Ya basta de imponer ideologías de la vida, éticas y valores abstrusos que se sobreponen a la realidad, basta de pretender regir la vida de los demás, basta de utilizar al Estado para imponer una doctrina. No podemos callar ante tanta prepotencia, aunque sean muy numerosos. Sabemos que se trata del sector más hipócrita de la sociedad, con unos talibanes que nunca faltan en todas las religiones con pretensiones de poder. Debemos defender el Estado laico, único sustento de la civilización de Occidente.

viernes, 26 de agosto de 2016

Otra guerra santa


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Nuevamente el país se encuentra inmerso en un debate en el que la Iglesia Católica y sus más cercanos seguidores, andan metidos como principales actores. Se trata, una vez más, de la mujer y su capacidad reproductiva, que en opinión de los distinguidos seguidores de la iglesia, no puede ser alterado bajo ninguna circunstancia. Recordemos que la iglesia se opone a cualquier método anticonceptivo, incluyendo el profiláctico o condón, bajo la tesis de que se interpone en el mandato divino de la concepción de la mujer. Según nuestros jerarcas religiosos, la mujer está condenada a ser una máquina reproductora y parir los hijos sin oposición alguna. Y no solo eso sino que su sexualidad misma está vigilada muy de cerca, bajo preceptos estrictos como "primero el matrimonio". En otras palabras, la mujer no es dueña de si misma, está incapacitada para regir su propia vida, incluyendo su vida íntima. Y eso que no estamos en un país regido por un Estado islámico. ¡Pero como se parece! ¿No?

La religión es el componente principal de la cultura y proveedora de la ideología básica que permite a la gente razonar y entender su existencia. Al menos a la gran mayoría de personas que no tienen otra forma de entenderlo. La religión se inocula a temprana edad como si fuera un virus mental y pasa a formar parte integral de la lógica de razonamiento del individuo. Más tarde será incapaz de cuestionar esa lógica porque carece de otra, y la defenderá como la verdad absoluta. Así ocurre en casi todas las culturas y se notará que existen diferentes visiones de la vida y el mundo, cada una de ellas seguras de su propia verdad. Existen diversas razones para que esto ocurra así, son razones de naturaleza cognitiva, antropológica, social, histórica, etc. Y están ampliamente explicadas. Lo funesto es que no hay mucho que se pueda hacer al interior de una cultura, pues toda idea que difiera de la lógica central dominante será rechazada y vista como "absurda". Y en algunos lugares eso puede costar la vida, o el empleo.

La religión proporciona los argumentos para el pensamiento y reglas de conducta de las personas. Luego ellas creen que lo hacen por voluntad propia. Es lo que muchos afirman sobre las mujeres que andan usando el "burkini" en Francia, una ropa de baño que cubre totalmente a las musulmanas, como se ve también en los eventos deportivos en que las musulmanas compiten cubiertas casi por completo. Ni qué decir de las que caminan por la calle con la burka. Ninguna de ellas se viste así por voluntad propia sino por mandato expreso de su religión, pero hay quienes aducen que lo hacen por su voluntad. Del mismo modo en las sociedades occidentales que aprovecharon las ventajas del Estado laico para distanciarse en algo de las imposiciones religiosas, todavía muchas cosas se hacen por mandato de la religión, aunque digan que lo hacen por voluntad propia. Están sometidos a una creencia y a una iglesia.

Hoy nos enfrentamos a la imposición de la maternidad a la mujer. Claro que la iglesia tiene maneras muy sutiles de encubrir sus cruzadas de fe. Ni siquiera tienen rubor para mentir y engañar a la gente con sus falsas consignas como la "defensa de la vida" o la "defensa de la familia", que solo sirven para oponerse a la libertad y derechos de las mujeres y de los homosexuales, respectivamente. De lo que se trata es de anteponer un concepto convertido en valor supremo, que a su vez relega a la mujer y a los homosexuales a un segundo plano. Es solo un truco sucio pero que tiene gran acogida. Con la finalidad de seguir sojuzgando a la mujer, hoy se ha generado la idolatría por la vida en abstracto "desde la concepción". Luego resulta que un huevo es más valioso que la vida concreta de la mujer que ya existe en en este mundo con un proyecto de vida en curso.

De este modo, el concepto "vida" se ha sacralizado a partir del dogma de que "solo Dios puede dar y quitar la vida". Y vaya que la quita. No hay día en que no lamentemos grandes tragedias en todo el mundo, donde mueren cientos de personas. Pero eso de dar vida es muy discutible, pues la vida sale a partir de un acto tan vulgar como el apareamiento sexual, el cual no siempre ocurre voluntariamente. A decir verdad, la sacrosanta vida puede resultar de una violación a una niña o de una borrachera. En cualquier caso, lo racional y recomendable sería impedir que esa vida prospere, pues nadie la desea, en particular la mujer que fue violentada y condenada a cargar con ese bulto. Pero, gracias a los dogmas de fe, la susodicha vida se torna intocable por "sagrada". Díganme si esto no es estúpido.

Así que todos los cerebros infectados con este virus, andan adorando la sacrosanta vida solo para oponerse a la voluntad de la mujer, relegarla y condenarla a la maternidad por la fuerza. De este modo la mujer pierde todo control sobre su propia vida, cuerpo y destino como mujer para convertirse en simple objeto de una fe como maquinaria reproductora. El adoctrinamiento es tan fuerte que la gente es incapaz de advertir la enorme perversión de esta lógica, con todo su brutal componente totalitario. La persona humana ha sido dejada de lado para preferir dogmas de fe, servir la "voluntad de Dios" y de una religión anacrónica que detenta el poder mental de la gente gracias a sus efectivos mecanismos sociales de adoctrinamiento temprano. Los creyentes ya ni siquiera se dan cuenta que son solo robots programados repitiendo dogmas de fe.

Quienes preferimos la libertad y la libre determinación de las personas, tenemos que oponernos a toda forma de chantaje y poder exterior que elimine esas libertades mediante el uso de la ley y los recursos del Estado. La lucha por la libertad del individuo se da en dos frentes: por un lado contra el totalitarismo iluminado de la izquierda marxista que anula al individuo para convertirlo en masa al servicio del Estado, y del otro, contra el totalitarismo iluminado de la religión que anula al sujeto para convertirlo en rebaño al servicio de la Iglesia. Ambos tienden a apoderarse del Estado para imponer sus dogmas y credos sociales a través de leyes prohibitivas o punitivas, con el fin de imponer su visión de la sociedad perfecta. Ambos pretenden regir las vida de los demás de acuerdo a su credo, ética y moral. Los que preferimos la libertad individual debemos distanciarnos tanto del socialismo como de la religión, que son las principales amenazas al libre pensamiento y a la libre determinación de las personas.

lunes, 22 de agosto de 2016

EL progresismo desatado


El progresismo anda de berrinche en berrinche. No les están saliendo bien las cosas. Primero les arrojaron a la basura por sexta vez su refrito de las "esterilizaciones forzadas", luego absolvieron a Alberto Fujimori del caso diarios chicha, y por último, el fujimorismo demostró manejar la batuta en el Congreso, dejando a los rojitos del Frente Amplio en off side. Tampoco les dejaron manipular a su antojo la marcha "ni una menos" y hasta salieron apaleados por tratar de aprovecharse de esa convocatoria con sus típicos cartelitos políticos. Están que trinan. Para colmo, cada vez que su vedette de moda, Indira Huilca, es entrevistada en la TV suelta cada burrada que nadie puede evitar aclararle el cerebro. Si hasta Juliana Oxenford le tuvo que dar una lección elemental de democracia. Con eso se dice todo. 

La progrería está desatada en las redes. Ya no saben qué hacer para trolear a los que consideran "fujitrolls" o simplemente fujimoristas. Porque basta que uno no se sume a su yihad antifujimorista para que te califiquen de fujimorista, lo cual para ellos es un gran insulto. Y hay que ver la cantidad de progres parásitos que pululan por las redes, especialmente chibolos ignorantes y pulpines en fase de desarrollo mental con retraso. Todos ellos son parte del contingente del progresismo en las redes. Y es que a ese nivel mental no se puede aspirar a nada más que a ser un progre. La cabeza no les da para más.

Pero se leen incluso post de profesionales progres que no se resisten a criticar a cuanto fujimorista ven por los medios. Es la única diversión del progresismo en estos tiempos, pues ya casi se olvidaron de Alan García y el Apra. Ahora el fujimorismo es el gran frente de contención anti rojos. No hay otro, pues hasta Acción Popular tiende a aliarse con el rojerío. Así que en política las cosas se han puesto bien simples: eres un izquierdoso rojo, progre o caviar o eres un "fujimorista". Así de simple. Así que los liberales, por ejemplo, pasamos por "fujimoristas". Es el nivel de los progres. Qué le vamos a hacer. 

Lo ridículo de estos rojetes es que se dan el lujo de criticar cuando tienen tremendo rabo de paja en su Frente Amplio. ¿Cuál es el nivel mental de Indira Huilca? ¡Por favor! Y no hablemos de los demás, los que no llegan al estrellato de la TV porque ni hablar pueden. Así que bien harían los rojos en no ser tan críticos con los demás si no van a empezar por su propia gente. Y a propósito ¿Alguien sabe algo de la calabaza buena para nada de Verónika Mendoza? ¿Encontró chamba? ¿Se imaginan ustedes lo que hubiera sido el país si esta rojita salía elegida? Estaríamos iniciando el apocalipsis. 

Por ahora el rojerío se lame las heridas haciendo el ridículo, pero pronto harán lo único que saben hacer que es salir a fregar a las calles, apenas el gobierno de PPK inicie su programa de gobierno, porque hasta ahora no hace nada. Ya veremos qué leyes sacan después de pedir facultades al Congreso. Allí es cuando vendrá lo bueno, si es que se animan a hacer alguna reforma de verdad, de esos que al rojerío no le gusta, como eliminar las gollerías laborales y reiniciar los grandes proyectos mineros suspendidos por el accionar de la izquierda retrógrada. Esto apenas está por empezar.

martes, 16 de agosto de 2016

Progresistas de todos los colores


Por Maria Marty

Si nos fijamos en la lista de países con mayor libertad económica, también se verá algunos de los más ricos. A menudo tienen el mayor poder adquisitivo per cápita, mientras que los países más pobres tienen menor libertad económica y de otra índole. Los Estados Unidos y Canadá son los más libres y los más ricos. Venezuela y Cuba son los menos libres y los más pobres. ¿Tiene esto alguna relación? Esta comparación básica entre los países hace que sea obvio ver un vínculo directo entre el respeto de los derechos individuales y el progreso de una nación. 

Pero parece que hay otro tipo de relación entre la pobreza y el colectivismo, en el que los individuos están subordinados a toda clase de colectivos reales y conceptuales: comunas, patria, raza, clase, proletarios, trabajadores, revolucionarios, compatriotas, etc.

Pero la pregunta clave aquí es: si la evidencia económica evidencia claramente la superioridad del capitalismo ¿por qué tantos países insisten en diferentes versiones del socialismo y el colectivismo fracasado? Obviamente, las razones por las cuales una persona prefiere ser (consciente o inconscientemente) un colectivista no son económicas sino filosóficas y, más bien, psicológicas. Revisemos brevemente los tipos de colectivistas.

En primer lugar, existe el colectivista ignorante. Entre ellos se encuentran muchos jóvenes que aman lo que consideran "un ideal". Sólo ven la superficie, sin entender lo que hay detrás de ese discurso. Los jóvenes necesitan sentirse parte de un grupo y por ello les atrae el colectivismo. Están llanos a formar parte de colectivos y de ir a la acción en masa guiados por consignas fáciles. No son capaces de relacionar causa y efecto, lo que no les permite ver, por ejemplo, que lo que provocó la riqueza de los Estados Unidos no se debe a la geografía o al destino o la explotación de los países pobres. Es debido a la Constitución y la Declaración de Derechos, y su estricto respeto, que se asegura a cada uno de los ciudadanos la total libertad para expresarse, producir y negociar. Este tipo de colectivistas puede llegar a superar su condición de tal con información y una buena formación.

Por otro lado, existe el colectivista envidioso que ve al colectivismo como la única solución a sus falencias psicológicas. Su frustración lo lleva a odiar todo lo bueno simplemente por ser bueno, y hasta llega a odiar a quienes disfrutan de riquezas y bienestar social, viéndolos como enemigos. Estos colectivistas frustrados quieren destruir el sistema que consideran "injusto", prefieren la pobreza general, la angustia y la muerte sobre la prosperidad, la riqueza y la felicidad. 

Luego tenemos al colectivista inseguro que no confía en su propia capacidad personal para vivir de forma independiente y prefiere la sensación de algún tipo de seguridad exterior. Internamente cree que su supervivencia depende de la capacidad o el poder de otros y por tanto está dispuesto a apoyar esta clase de proyectos colectivistas y autoritarios, y a obedecer sus órdenes y repetir sus consignas. 

También tenemos al colectivista hipócrita que no se opone a la libertad de mercado durante el proceso de creación de su propia riqueza, pero una vez que ha logrado su bienestar maldice al capitalismo y abraza al colectivismo. Le encanta ser admirado por los jóvenes colectivistas que lo ven como líder y guía. Ama a los productos generados por el capitalismo, pero prefiere a otros para producirlos.

El colectivista fashion es todo discurso y floro. Ha logrado vivir una buena vida, pero ahora todo su discurso contradice los valores que le han permitido progresar. Basta escuchar a los actores de Hollywood y a muchos artistas. Todos ellos son millonarios gracias al sistema capitalista, pero les encanta levantar la bandera del colectivismo socialista siempre que tengan una audiencia de jóvenes inconformes y confusos en busca de líder. 

El más peligroso de todos los colectivistas es el que no sabe que es un colectivista. Fue educado en el altruismo, pero vive de sus hermanos. Se siente culpable por su destino, clase y posición, y cree que otros han adquirido derechos sobre su existencia, ya que él mismo no hizo nada por lo que tiene. Nunca votaría a favor de Castro, Maduro ni Kirchner, pero apoya la intervención del Estado para implantar el bienestar común con impuestos, redistribución de la riqueza y planes sociales, al mismo tiempo que condena la moral y el egoísmo de Messi para ocultar su dinero en un paraíso fiscal.

Todos los colectivistas -consciente o inconscientemente- creen que el fin justifica los medios. Ya que los sacrificios rara vez son voluntarios, terminan justificando el uso de la fuerza como una herramienta para la obtención de las metas superiores que conciben.

Para acabar con el colectivismo, aquellos que no son ni ignorantes ni envidiosos, ni hipócritas, ni inseguros, deben revisar las normas por las que vivimos. Es importante poner al individuo por delante del colectivo, y colocar la razón antes que la fantasía.

sábado, 13 de agosto de 2016

Marchar ¿para qué?


Por: Patricia Gallo Negreiros

La violencia no se vence con más violencia (como el fuego no se apaga con más fuego). Ir a una marcha organizada por colectivos de izquierda, oenegés militantes de izquierda, grupos de exaltados de izquierda junto al lobby gay no va a reducir la violencia contra la mujer ni un ápice. Nada. Como no lo ha hecho en ningún lugar donde ya se dieron estas marchas bajo el mismo lema. No nos engañemos, no la organizaron las víctimas o los vecinos a propósito de las últimas injusticias sufridas por mujeres y que han sido mediatizadas solo para ganar rating. El plan ya estaba cocinado hace rato, solo están aprovechado los sucesos mediáticos recientes que les han caído como anillo al dedo (dicho sea de paso, los hay peores) y no perdieron tiempo para armar bien el escenario a favor de sus causas típicas.

Marchar contra la violencia es como marchar contra la delincuencia: los delincuentes no van a sensibilizarse, ni van a dejar de delinquir porque sales a la calle a indignarte. La delincuencia se debilita fortaleciéndonos a nosotros mismos y educando en valores a las generaciones futuras, pero ese es un trabajo arduo que debe realizarse en el día a día, no haciendo marchas que ciertos colectivos progresistas y feminazis instrumentalizan para sus intereses particulares. Lo demás, combatir la delincuencia y la agresión, es responsabilidad de las autoridades. Hay que exigir más celeridad y rigor, y creo que en eso están.

Lo que hay que hacer es empoderar a la mujer a través de la educación para que tenga una alta autoestima y no se sienta inferior a ningún hombre por el solo hecho de ser mujer. Hay que educarlas para que sepan prevenir el peligro, defenderse y tomar decisiones correctas. Educarlas para que se preparen humana y profesionalmente y tengan la capacidad de solucionar sus problemas por si mismas, con estabilidad y fortaleza afectiva, sin depender emocionalmente de nadie. Hay que trabajar: las soluciones a este difícil problema requieren ser más elaboradas, con una mayor inversión de tiempo, de esfuerzo y... de neuronas. No es cosa de marchitas.

Estoy segura que irá mucha gente a la marcha porque todos quieren salir en la foto. Además ha habido una gran inversión en la convocatoria: basta chequear paneles y propagandas en los medios, pero no está demás reflexionar sobre las decisiones que tomamos las mujeres en el día a día, porque traerán –siempre traen- grandes repercusiones en la sociedad, la cultura y en los valores de nuestro pueblo (y de eso somos ciertamente responsables).

viernes, 5 de agosto de 2016

De regreso a los 80


El miedo que genera la delincuencia en estos días nos está devolviendo a situaciones que ya vivimos en los años 80, como el Estado de emergencia. Poco falta para el toque de queda. Pero se ha dado un paso en ese sentido mandando desalojar a los cambistas de las calles de San Isidro, ejemplo que parece será copiado por el de San Borja. Es decir, las víctimas son las que pagan en vez de los delincuentes. Desalojar a los cambistas y prohibirles el libre ejercicio de su ocupación es un atropello que nadie parece condenar en este país acostumbrado ya a las tropelías de autoridades incompetentes, que tratan de cubrir sus deficiencias con medidas efectistas y vistosas, que solo afectan a los ciudadanos y no a los delincuentes. 

La lógica de nuestras autoridades es el credo del subdesarrollo. En lugar de garantizar la seguridad y proteger la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos, les restringen su libertad y hasta les prohíben ganarse la vida lícitamente, mientras ofrecen un servicio a la sociedad. Ya hemos visto comerciales de la Policía Nacional culpando a los ciudadanos por los robos que sufren, indicando que la gente es la que se expone, la que deja a la vista sus carteras, camina con el celular en la mano, etc. Por poco nos dicen que tenemos la culpa por salir de nuestras casas. También hemos escuchado a la policía dando concejos para que sean los propios ciudadanos los que protejan sus bienes, cuando eso es lo único que queda hace muchos años ante la inoperancia de la policía. La gente no solo ha enrejado sus casas sino sus calles. 

Un Estado que no es capaz de garantizar la seguridad a sus ciudadanos no merece existir. Esa es su principal misión y razón de ser. Pero acá tenemos un Estado haciendo de todo, fundamentalmente caridad y populismo antes que ocuparse de su principal labor. Peor aun, ahora tenemos autoridades que restringen libertades, empezando por la libertad de portar un arma o de usar lunas polarizadas en sus autos, que son medidas elementales de seguridad. Sin embargo nos prohíben ambas cosas y nos exigen a los ciudadanos decentes que hagamos engorrosos y costosos trámites para poder tener un arma y autos con lunas polarizadas, mientras los delincuentes se pasean por las calles con todo eso sin ser molestados. Este es el mundo al revés. 

Y lo peor es que la mentalidad del subdesarrollo hace que muchos apoyen esa clase de medidas absurdas y fracasadas, pues nunca han servido para nada. No se puede luchar contra la delincuencia molestando a los ciudadanos y restringiendo sus libertades. La policía debe ocuparse de los delincuentes y no de molestar a los ciudadanos ni prohibirles ejercer sus actividades. No podemos volver a los 80 cuando el Estado convirtió en delincuentes a los cambistas callejeros de dólares y la policía iba tras ellos para confiscar su dinero y arrestarlos. No podemos empezar con los Estados de emergencia y los toques de queda. La lucha tiene que ser frontal contra la delincuencia y punto. 

Hay que diferenciar las medidas efectivas de las efectistas que están dirigidas a los medios, buscando generar sensación de que hay respuesta al problema. Lo único que debe mostrar la policía es a los delincuentes capturados y presos. Si se descubre que fue liberado por un juez, pues también debe irse contra ese juez corrupto y leguleyo. Las medidas deben estar dirigidas a la delincuencia y sus redes, no a los ciudadanos. Ojalá hayan más voces de protesta contra ese tipo de medidas absurdas. Desde luego, no esperamos nada de la Defensoría del Pueblo que nunca ha sabido defender al pueblo de los abusos que comete el Estado. Es más bien una rabona del Estado. Solo quedan las voces de los ciudadanos. 

jueves, 4 de agosto de 2016

El monopolio de la indignación



Por: Richard Campos Villalobos.

El revuelo causado por las desatinadas y bobas palabras del cardenal Cipriani hace unos días, no tiene fin, al menos por ahora, el cardenal harta con sus exabruptos innecesarios, revienta la sesera todos los sábados con sus discursos medievales en contra de las mujeres, por RPP, si bien tiene la plena libertad de decirlo, las últimas sacaron de cuadro a más de uno y no es que sus palabras se hayan sacado de contexto, fue textual, allí están los vídeos y los audios propalados en redes. 

Pero así como es condenable lo que dijo el cardenal, es más condenable que la izquierda se haya arrogado para sí, el ejercicio de la indignación, nadie en este país puede indignarse, si no es la izquierda, nadie puede expresar por el ciberespacio o las redes sus pareceres contrarios, sin que la izquierda no salga a vociferar en manada contra quienes se indignan, claro desde su nuevo pedestal la izquierda ha salido a dar a relucir su agenda monopólica – pues lo monopólico les encanta cuando ellos lo manejan. La congresista Indira Huilca, la nueva estrella de la farándula roja, en vez de opinar como manda el sentido común, calificó al Perú como “País de Violadores” además de acusar al cardenal de hacer “apología de la violencia”. Ni que fuera rojo. Indira Huilca olvida que ya no es más una simple agitadora de izquierda sino una congresista de la república. Alguien tendría que enseñarle modales democráticos. 

La izquierda no ha parado de rasgarse las vestiduras y arañarse la cara en masa por las respuestas que le han dado a Indira Huilca. Ahora se les ha dado por monopolizar la indignación. Como bien decía líneas arriba: solo ellos pueden indignarse. A las palabras de la congresista calificando al Perú como “país de violadores”, el Dr. Dante Bobadilla hizo la lógica pregunta “¿A esta quienes la violaron?”. La pregunta es válida desde que ella ha calificado este país como “de violadores”. Eso bastó para que el rojerío pulpín, los progres y la caviarada en pleno sufrieran una crisis nerviosa con ataque de histeria, se indignaron en masa y salieron como zombies comecerebros para trolearlo con las tonterías de siempre. Hasta aprovechan para divertirnos con sus estúpidos postulados económicos, si, hasta piden la “regulación” de la publicidad y los contenidos en las redes sociales, para evitar a “tipos como este” la verdad es que no puedo parar de reír por tanta estulticia. Mejor que pidan una ley que los declare intocables. 

No quiero seguir calificando el disparate que es hoy la izquierda. Seguir haciendo eso, es darle una importancia que en verdad no debería tener, puesto que viven de la publicidad que voluntaria o involuntariamente se le da. Los medios son su caja de resonancia, sin embargo no podría dejar de reírme cada vez más de las ridículas expresiones de la congresista Indira Huilca. En eso reside el quehacer de la izquierda, en decir tonterías una tras otra sin parar, hasta que los tontos se las crean. Aunque para la pulpinada resultan poco menos que frases heroicas, verdades absolutas, lo cierto es que esa señorita no pasa de ser famosa por ser la hija de un dirigente sindical asesinado por Sendero Luminoso. Pero ella misma fue convencida por el rojerío de culpar al Estado y cobrar fácil una reparación que no le corresponde. Ahora posa como una heroína de izquierda gracias a la estulticia de sus seguidores y defensores. Pero lo cierto es que no vale un tuit.