viernes, 1 de noviembre de 2013

Debemos combatir la histeria antitaurina


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

No es que me interesen mucho las corridas de toros. En realidad lo único que me interesa es la racionalidad en una sociedad abierta, libre y tolerante. Esto me pone en guardia contra toda clase de sectarismos, vengan de donde vengan. Si hay algo que debemos combatir con verdadera convicción es a los sectarios. En especial cuando asumen formas activas y violentas como viene ocurriendo ya con los antitaurinos. Todos los sectarismos se disfrazan muy bien con ropajes de ética y moral superior, exquisita sensibilidad y nobles ideales, y pretenden imponer sus principios a toda la sociedad con el loable propósito de lograr un mundo mejor. No importa cuál sea su causa ni su discurso. Pueden ser antidiscriminación, antimineros, antimperialistas, anticorrupción, antitaurinos o lo que sea. En general siempre serán una banda de fanáticos idiotizados por sus ideales, capaces de llegar a los actos más execrables por lograr sus propósitos, tal como ya lo hemos visto y padecido a lo largo de la historia reciente de la humanidad. Estas plagas de salvadores han sido siempre males peores que los que pretenden combatir. Si algo hemos debido aprender en el siglo XX tras su secuela de muerte y vesanía, es a combatir a los sectarios de causas nobles.

Cada año me tomo la molestia de escribir contra esta horda de salvajes que ha levantado como bandera la defensa de los toros, aunque no dudan en engullirse sus parrilladas y hamburguesas sin ningún rencor. Y cada año me llegan una serie de insultos y amenazas de diverso calibre. Algunos depositan su hez en sulfurosos mensajes de Twitter para luego bloquearme, y otros han apelado a métodos aun más denigrantes. No importa. Hay que seguir combatiéndolos. Nada de eso me extraña ni me asusta. Estoy acostumbrado porque no es la primera vez que me enfrento a sectas de delirantes y cobardes. He visitado el Facebook de algunos de estos ridículos defensores de los toros para comprobar el pobre nivel mental que padecen. Es como un paseo por el manicomio o el desordenado cuarto de un adolescente que solo piensa en Goku.

Alguien dice que me limito a insultarlos sin utilizar argumentos. ¿Se necesitan argumentos para condenar el salvajismo que han mostrado el domingo pasado en Acho, donde han irrumpido en el coso, han pintado los autos de los asistentes, rayado la pintura y pinchado sus neumáticos, incendiado un depósito de cojines y acuchillado a un policía, entre otras atrocidades propias de delincuentes? El día que se expresen planteando argumentos se les responderá con argumentos. Pero por ahora hay que responderles solo con palos y agua, para empezar. La mayoría ni siquiera tiene el nivel mental para formular un argumento. No pasan de gritar consignas y repetir los consabidos clichés antitaurinos llenos de histeria.

Lo bueno sería que las condenas a la tauromaquia se dieran en el plano de las ideas y no pasen de allí. Eso sería lo civilizado. Y habría que esperar que las corridas desaparezcan por el desinterés de la gente. Pero por desgracia los antitaurinos, como cualquier secta de lunáticos, desprecian los argumentos. La mayoría de ellos ni siquiera conoce las corridas ni las entiende. Se limitan a repetir sus paparruchadas afirmando cosas como: no es arte ni cultura, la tradición no justifica la barbarie, es un acto de crueldad, se le tortura al animal, no se puede gozar con la agonía de un animal, etc. Los argumentos giran en torno a estas ideas básicas, si se pueden llamar argumentos a eso, pues en verdad solo demuestran un enfoque muy limitado y una completa ignorancia alrededor de la tauromaquia. Casi todo su discurso se sustenta en un exceso de sensiblería ridícula por un evento breve y por un animal que de todas formas está destinado al matadero. La estrategia es hacer alarde del sufrimiento animal, como si eso pudiera evitarse en el camal. Decir que el toreo es un espectáculo cruel resulta equivocado y manipulador, al igual que toda esa propaganda gráfica antitaurina que es de la más engañosa y desagradable, pues está focalizada solo en la sangre. Toda la propaganda antitaurina está hecha con los formatos de la propaganda nazi y fascista.

La verdad de la tauromaquia es muy diferente a lo que creen y pintan estos lunáticos de causas burdas. Nadie en las corridas disfruta con el sufrimiento del animal sino con el arte del torero. Lo que la gente aplaude de pie es una buena chicuelina, un buen pase de pecho, una verónica limpia, un lance o un desplante, entre las muchas suertes que un torero puede ejecutar frente a un toro. Se admira también la bravura del toro, su garbo y entrega al punto que este puede ser perdonado en el ruedo. La tauromaquia es un arte que, como cualquier otro, exige mucha destreza pero, además, valor. Tiene sus propios códigos y hay que entenderlo para apreciarlo y criticarlo. No es ni por asomo lo que alucinan los antitaurinos en medio de su ignorancia fanática. Por el contrario, la gente en el coso suele protestar con silbidos cuando se maltrata al animal. De hecho, los personajes más odiados de la corrida son el rejoneador y el picador, residuos de las épocas medievales que se resisten a desaparecer y que realmente ya deberían ser eliminados.

Así pues, limitarse a la pobre y desinformada opinión de la secta antitaurina sobre las corridas sería como creer a los que afirman que la ópera no es más que un montón de gritos destemplados. Estos jóvenes que aseguran que las corridas no son ni arte ni cultura serían incapaces de identificar el más famoso cuadro de Murillo o distinguir entre el estilo de Monet y el de Van Gohg, para no decir más. Todo lo que tienen en mente es "el sufrimiento de los toros". Algo que ni siquiera ven. Solo se lo imaginan. Pero deberían imaginar el sufrimiento de los toros cuando están frente a sus parrillas y hamburguesas para ser más consecuentes son su amor por los animales. Y deberían extender ese amor a todos los animales que son sacrificados tan solo para el deleite del paladar exquisito de la gente, si es que en realidad les interesan los animales.

De hecho no hay nada más que hipocresía, ignorancia, fanatismo y estupidez detrás de esta plaga de lunáticos que ha elegido como causa de su delirio la lucha antitaurina. En el fondo son solo gente perturbada que no sabe cómo llenar el vacío de su existencia, y que andan buscando una razón para vivir e incluso para morir, pues son esta clase de perturbados mentales los que suelen llevar su causa a los extremos del vandalismo y el extremismo en todas sus formas, incluyendo masacres e inmolación. Por ahora los tengo insultándome en las redes, con amenazas de todo tipo. Ya el año pasado tuve el honor de ser insultado y amenazado por el propio presidente de esta asociación de irracionales. No me interesan sus insultos. Seguiré combatiendo su fanática estupidez cada año. No en defensa de las corridas sino de una sociedad libre de totalitarismos y sectarismos de toda clase, en defensa de una sociedad abierta y tolerante donde nadie le imponga a los demás su ética y sus ideas ni pretenda modificar la sociedad a patadas. 

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