sábado, 18 de mayo de 2013

Desmintiendo al progresismo

Tras el fracaso de las ideologías, hoy existe una plaga de fanáticos de causas nobles y justas que, en nombre de sus elevados ideales, ocasionan más estragos que los problemas que pretenden denunciar. Son expertos en montar denuncias ruidosas apelando a métodos que van desde la exageración verbal hasta la violencia física, pasando por una gran variedad de manifestaciones extravagantes y ridículas. Los hay de toda clase, desde los antiracistas hasta los antitaurinos, incluyendo a los excéntricos activistas pro gay, que con tanto escándalo han terminado por despertar en la gente un sentimiento homofóbico nuevo, un rechazo que antes no existía.

En lo personal he mantenido siempre una oposición intransigente a las denuncias de los antiracistas que ven en cada gesto o disposición administrativa un acto de discriminación. Le acaba de ocurrir al cantante Jean Paul Strauss quien por opinar que el video "Agüita de coco" le parece una aberración, ha recibido el ataque de una jauría nacionalista y antiracista, en el que se ha involucrado hasta el mismísimo Ministerio de Cultura, acusando al pobre cantante de ofender a la Amazonía. Si esto no es una estupidez, ya no sé qué puede serlo en este país.

Uno de los flancos más fuertes del progresismo nacional es su lucha antiracista. Están siempre atentos para levantar una denuncia y armar un escandalete que acaba siempre con la crucifixión de algún inocente, quien por lo general termina agachando la cabeza y sometiéndose a la lapidación pública a manos de esta jauría. Hemos tenido casos recientes como el de la playa de Ancón, donde una simple acción de orden, limpieza y seguridad motivó las rápidas denuncias del progresismo acusando el acto como discriminación. 

Antes tuvimos un caso todavía más ridículo. El de un joven andino que salió de un cine en Larcomar y cuando intentó reingresar, la taquillera le pidió su boleto y no le permitió entrar porque no lo tenía. De inmediato el progresismo armó un escándalo solo porque se trataba de un joven indígena. Al grito de "discriminación" condenaron a la taquillera y al cine en pleno. En fin, son muchos los casos montados por esta plaga de activistas antidiscriminación a los que curiosamente nadie les hace frente. Peor aun, hay liberales confusos que terminan apoyándolos.

Hoy tenemos una clara evidencia para taparles la boca a estos escandalosos. Una investigación de World Values Survey muestra el mapa de los países donde hay mayor discriminación. Latinoamérica, y especialmente el Perú, es una de las regiones donde menos discriminación existe. Por si las evidencias reales de nuestra sociedad, donde convivimos tranquilamente con toda clase de razas, no bastara, tenemos ahora una visión neutral y extranjera del panorama. Nosotros no tenemos un problema social de discriminación racial. No lo tenemos. Lo que sí tenemos es un problema de activistas que para justificar su propia existencia (y sus fondos) promueven escándalos mediante campañas de histeria antidiscriminación.

1 comentario:

  1. Si hay racismo pero ese reacismo escondido, oculto o sofisticado que no necesariamente está en las derecha sino tambien en las izquierdas incluyendo curiosamente a esos "progres antifacist" y ejemplos de eso hay muchos como el inclinarnos a lo blanco o querer intentar serlo el reconocerlos por encima de los demás en nuestras amistades, parejas, etc. y hasta en los medios tv (oculto) cuando a un Pampañaupa lo hacen ver como un cholito tontito q no merece estar con una cholita ya que esta merece a cualquiera de los otros blanquitos. Todo lo comentado alguien lo denominó con un nombre: autoracismo...........

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