martes, 9 de abril de 2013

El quijote constitucional


Una de las características más notables de los políticos mediocres (y de la gente estúpida en general) es su dedicación a las discusiones bizantinas, es decir, a ocuparse de temas triviales y estériles. Precisamente una inequívoca señal de estupidez es la incapacidad para hallar el orden correcto de las prioridades en función de la circunstancia, así como la tendencia hacía la sobrevaloración de lo fatuo y banal. La tan citada frase "discusión bizantina" proviene del siglo XV cuando los bizantinos se ocupaban de discutir sobre el sexo de los ángeles en momentos en que los turcos otomanos los cercaban con sus tropas. Pero de esos casos hoy tenemos hartos ejemplos en el Perú.

Hoy se produce algo muy similar por parte de una selecta casta de políticos mediocres, fracasados y, sin duda, estúpidos. Están empeñados en abrir un gaseoso debate para restituir la Constitución de 1979, como si fuera posible hacer un viaje en el tiempo hacía el pasado. Algo que solo cabe en una mente desquiciada. Semejante proyecto no pretende traer mayor prosperidad al país, no busca atraer más inversiones y generar más empleo, no intenta mejorar las condiciones de la educación pública ni ninguna otra posibilidad sensata para un cambio tan importante. No. Absolutamente nada de eso. Todo este disparatado proyecto se funda única y exclusivamente en una enfermedad mental o espiritual que se conoce como odio y resentimiento.

Los afiebrados promotores del retorno a la C-79 están sustentados tan solo en su odio fanático a Alberto Fujimori. Su verdadera intención es eliminar de la historia y de la faz de la Tierra todo rastro que recuerde a Alberto Fujimori, a quien ansían ver morir en prisión. Eso es todo el trasfondo de este proyecto. En buena cuenta. el Sr. Alberto Borea Odría pretende someter al país entero al absurdo de volver al pasado para satisfacer sus odios personales y su sentimiento de frustración personal. Y es que el golpe del 5 de abril de 1992, así como el triunfo de Fujimori en el 90, dejó una logia de resentidos y perturbados que no tiene paralelo en la historia, salvo en la Guerra del Pacífico que dejó un profundo sentimiento antichileno. Más o menos así es el resentimiento antifujimorista de estos políticos frustrados que hoy son encabezados por el Nobel MVLL.

Existe pues dos clases de antifujimorismo. El de los derrotados terroristas y sus amigos de izquierda, y el de los frustrados liberales que nunca pudieron ver su sueño realizado por la aparición de Alberto Fujimori. Ambos constituyen hoy el frente común del odio antifujimorista que procura lavar sus penas y frustraciones viendo morir en prisión al causante de sus derrotas. Pero además, quieren eliminar la Constitución que produjo.

El principal promotor del proyecto restaurador del pasado es el señor Alberto Borea Odria, un personaje de sinuoso recorrido en la política nacional. Su existencia empieza en la agitación callejera allá por febrero de 1975, cuando el diario Expreso publicó una foto donde Alberto Borea aparecía encerrado en un círculo y señalado como el líder de una banda de agitadores apristas que dirigían a las turbas de asaltantes dedicadas al pillaje y los saqueos durante los luctuosos sucesos del 5 de febrero, un día en que Lima ardió. Luego se alejó del APRA y en el 85 apareció en el PPC para ser elegido diputado, y luego senador en el 90. Lástima que su proyecto político se vio truncado por el golpe del 5 de abril del 92. Algo que nunca perdonará. Su última aparición no fue muy feliz, pues tuvo el coraje de lanzarse como candidato a la presidencia en el 2006, cosechando apenas 24 mil votos, equivalentes al 0.2%. Eso debiera ser suficiente para que un político se dedique a otra cosa.

Alberto Borea pasó a ser un conspirador y estuvo involucrado en el intento de golpe contra Fujimori en noviembre del mismo año. Luego se retira del PPC sin formar parte del CCD que redactó nuestra actual Constitución. Años después este saltimbanqui aparecería formando parte de los cuadros que apoyaron al improvisado Alejandro Toledo. Como recompensa disfrutó de cómodos cargos diplomáticos. Más allá de eso no ha hecho más que ruido político en los últimos años. Hoy aparece con este mamarracho de proyecto que a decir verdad ni siquiera es suyo, para variar.

Los primeros que intentaron restituir la Constitución de 1979 fueron los apristas, como muestra de fidelidad a la Constitución firmada por Haya de la Torre. Así lo anunciaron a fines de los 90 y esa fue su posición retórica por varios años. Sin embargo cuando llegaron al poder en el 2006 no mencionaron el tema. Saben bien la diferencia entre la retórica y la realidad. El Perú estaba creciendo y había asuntos mucho más importantes que ponerse a discutir cuestiones quiméricas y sentimentales.

Como han advertido diversos analistas, no hay más que razones tontas o "románticas" para proponer algo tan dramático y radical como el retorno a la C-79. Ninguna de las razones expuestas por estos quijotes de la Constitución del 79 resultan válidas. Ni siquiera con la elocuencia de Borea es posible distinguir un halo de coherencia y sensatez en ese intento descabellado. Decir que la C-93 es espuria carece de fundamento real y de sustento jurídico. Esta Constitución fue redactada por un Congreso convocado y elegido libremente para dicho fin, y conformado por diversos partidos representativos de nuestra nación. Más tarde incluso la Constitución fue sometida a referéndum, como nunca había ocurrido antes en la historia.

Por su parte, la Constitución de 1979 podría ser más ilegítima y espuria debido a que fue convocada por una junta militar con el expreso propósito de consolidar las reformas impuestas manu militari durante la dictadura. Ese fue el encargo recibido desde el gobierno militar. La C-79 se hizo mirando una realidad que era radicalmente distinta en el Perú y el mundo. Obedeció a una mentalidad que la historia ha demostrado que estuvo equivocada: el estatismo socialista. Incluso podríamos decir que dicha Asamblea Constituyente no fue muy representativa debido a que Acción Popular no participó, siendo entonces una de las principales fuerzas políticas del país, pues fue expulsada del gobierno en 1968 y luego retornó en 1980. Hubo pues allí un vacío muy importante en la visión de país que se requería.

Al margen de aquellos detalles históricos, hoy diversos expertos han comparado ambas constituciones llegando a la conclusión que -objetivamente- la actual Constitución es muy superior. Y debe serlo porque en el momento de su redacción el Perú y el mundo ya eran radicalmente diferentes. La C-93 incorpora todo el aprendizaje de la experiencia nefasta que significaron las empresas estatales, es más realista al restituir al mercado y al sector privado como ejes rectores de la economía y darle al Estado un rol subsidiario. Por último, si comparamos los resultados del país bajo ambas constituciones, no cabe duda alguna que nos ha ido mejor bajo el imperio de la actual Constitución.

Solo nos queda detener pues las ridículas arremetidas quijotescas de estos saltimbanquis de la política que andan buscando protagonismo y titulares. En el Perú estamos hasta el cuello de estos políticos dementes que solo nos conducen al debate estéril y a la retórica vacía.

1 comentario:

  1. buena nota! los estatistas están como locos por regresarnos al pasado y por terminar sentandos en el senado.

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