domingo, 7 de abril de 2013

El indulto a Fujimori


Por Felipe Cortijo Medina


Según Sócrates, cuatro virtudes le corresponden necesariamente al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. Sin embargo, cuando el juez tiene el ánimo de injuriar y prevaricar movido por conflictos ideológicos muy arraigados, cuando pierde la imparcialidad y la prudencia porque le parece tener al frente al peor tirano de la historia, a un criminal de lesa humanidad, todo eso afirmado como verdad a priori, la objetividad se convierte en farsa y la justicia en una simple y asquerosa patraña.

Gracias a la prensa fuimos testigos de cómo se fabricó la sentencia de Fujimori, cómo César San Martín dejó que el abogado Gonzalo del Río Labarthe inventara en la legislación peruana la ya famosa tesis de la “autoría mediata”, una figura jurídica que no existía y que no aparece en el Código Penal. No voy a argumentar contra esta aberración porque muchos juristas ya lo han hecho, demostrando que de lo que se trataba era de condenar a alguien sin pruebas.

Este domingo 7 de abril la izquierda festejará un año más de aquella emboscada jurídica. Algunos protagonistas de esa miserable cacería ya han tenido la desfachatez de pronunciarse, como el ex fiscal Avelino Guillén, quien no tiene empacho en declarar que se siente orgulloso “ante el mundo y ante los jóvenes” por su dedo acusador. Nunca será un mérito arrojar a las mazmorras a alguien bajo una tesis forzada, y condenarlo a 25 años con prepotencia sin mostrar prueba alguna. Guillén, con el pecho inflado por la soberbia, olvida que su triunfo se lo debe a la complicidad del juez. Ambos se estrecharon las manos y felicitaron a la relatora que por más de cuatro horas leyó la sentencia sin equivocarse. Tardaron sólo dos días en transcribir 400 folios. Fueron expeditivos, como no suele serlo el PJ.

A estas alturas ya no tiene caso exigir enmiendas sobre algo que no pudo ser manejado por la defensa, pues mientras esta exigía pruebas, los otros predicaban teorías. La implacable furia de la izquierda operó sin descanso desde sus ONGs y sus medios en los que destilaban todo su odio, exigiendo a gritos la crucifixión como en los días de Cristo. Los tristes tribunales de un sótano, azuzados y refrendados sin ninguna vergüenza por ex reos terroristas como Aníbal Apari, extrañamente puesto en libertad después de haber integrado cuadros como miembro activo del MRTA. Ya no tiene caso exigir ni insistir en la revisión de la sentencia, ya no le alcanzaría la vida a Fujimori para restablecer su derecho ciudadano, seria muy obvio adivinar que dilatarían eternamente dicho proceso, esto ya es asunto cerrado.

El presidente resolverá finalmente el indulto a Fujimori. Si el señor Humala hace honor al uniforme que alguna vez vistió, si en verdad un día enfrentó al terrorismo desde su puesto de oficial del Ejército Peruano, si es un hombre de familia y de palabra, deberá otorgar el indulto, aunque tenga que contrariar la opinión de gente cercana. Como lo ha demostrado en el caso de su hermano y a pesar de la opinión de su familia, si el presidente sabe lo que es el deber patriótico deberá liberar a Fujimori. Usted, y sólo usted tiene la palabra.

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